El Clan, la historia policial de San Isidro

Hoy se estrena en distintas salas del país la película de Pablo Trapero que revive la historia los Puccio, una familia de San Isidro que secuestró a cuatro personas en la década del ‘80.

 

A metros del centro comercial del distrito, en Martín y Omar al 500, la casona cuyo sótano fue albergue de cuatro víctimas de secuestro, tres de las cuales fueron asesinadas, lejos estaba de parecer algo más que una casa en pleno San Isidro, hasta que en agosto de 1985 la presencia policial en el lugar despertó aún más las pocas sospechas de algún que otro vecino.

Nélida Bollini de Prado, de 58 años, fue encontrada en ese sótano encadenada, golpeada y tirada en un camastro. La última víctima de los Puccio llevaba más de un mes secuestrada en el lugar y, gracias al aviso de su familia a la policía y a la posterior intervención policial, fue la única que logró sobrevivir.

Entre 1982 y 1985, El Clan, liderado por Arquímedes y del que participaron al menos dos de sus hijos, secuestró y asesinó a otras tres personas: Ricardo Manoukian, un joven de 24 años que conocía del Club Atlético San Isidro (CASI) a Alejandro, hijo de Arquímedes, y que fue asesinado luego de que su familia pagara un millonario rescate; Eduardo Aulet, de 25 años, también compañero de Alejandro en el club de rugby, sufrió la misma suerte;  y Emilio Naum, quien por entonces tenía 38 años, no logró ser secuestrado, pero ante el intento de resistencia fue asesinado de un disparo.

El reconocimiento de los Puccio en el partido hizo más famoso su caso y sorprendió a todo el entorno de la familia. Arquímedes era un contador de renombre, fue subsecretario de Deportes en la Ciudad de Buenos Aires y vicecónsul en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Epifanía, su mujer, era profesora de matemáticas y contabilidad. Alejandro, el hijo mayor del clan, llegó a jugar en los Pumas por su desempeño en el CASI. Además, tenía un negocio de artículos de windsurf en la esquina de la casa de su familia. Daniel Maguila también jugaba al rugby, aunque no se destacaba tanto como su hermano. Silvia estudiaba artes plásticas y sus otros dos hijos, Guillermo y Adriana, concurrían a la escuela en la época “dorada” del clan Puccio. Este desarrollo en la vida del clan fue lo que la familia utilizó a su favor para que los vecinos y conocidos ni siquiera imaginaran su faceta criminal.

La investigación policial señaló a algunos integrantes del clan como autores intelectuales y materiales de los secuestros, y dividió a la familia sanisidrense. Arquímedes y sus socios, Guillermo Fernández Laborda, Rodolfo Franco y Roberto Oscar Díaz, y su hijo Alejandro fueron condenados a reclusión perpetua. Epifanía y Silvia también fueron investigadas, pero la justicia no encontró pruebas en su contra que pudieran establecer una complicidad, quizás debido a las manipulaciones y presiones de Arquímedes sobre su hija, o a la sumisión de Epifanía ante su esposo. El resto de los hijos fallecieron, se radicaron en el exterior o se desconoce su paradero, y nunca fueron indagados por la justicia

Tras cuatro intentos de suicidio, Alejandro falleció a los 49 años, en el 2008, año en que Arquímedes quedó en libertad tras estar 23 años en la cárcel y fue asilado en General Pico, donde murió 5 años más tarde a causa de un tumor cerebral, solo y sin la más mínima compañía de su Clan.