En el marco de la celebración por los dos años del comienzo de las acciones del Consejo Local de Promoción y Protección Integral de los Derechos de los Niños, las Niñas y los Adolescentes de Vicente López, se realizó una charla de reflexión sobre el derecho al juego.
Ayer por la mañana se realizó una jornada de capacitación, debate y reflexión convocada por el Consejo Local de Niñez y dictada por coordinadores de la Secretaría de Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia (SENNAF) sobre el derecho al juego denominada Jugando construimos ciudadanía, a la que concurrieron más de 100 personas representantes de entre 50 y 60 instituciones del partido de Vicente López y zonas aledañas, entre las que se encontraban profesores de nivel inicial, primario, secundario, de Educación Física, psicólogos, miembros de organizaciones sociales, entre otros.
La jornada, realizada en la Escuela N°2 ubicada en Pelliza y Córdoba, tuvo como principal objetivo debatir sobre la importancia del derecho al juego en la niñez y la adolescencia, y generar un espacio para que los participantes encuentren nuevas herramientas que pudieran ser trasladadas a sus ámbitos de desarrollo laboral o personal para fomentar el cuidado de este derecho. La pregunta disparadora del debate fue, precisamente, ¿por qué es importante el juego en un niño?
“Por el solo placer de jugar”, “porque es representativo de su realidad”, “porque es su forma de relacionarse”, fueron algunas respuestas que desencadenaron los ejes por los que transitaría la charla: la diferencia entre juego y juguete, los juegos tecnológicos, la relación entre el juego y la salud, los juegos “violentos”, y los estándares de géneros a la hora del juego.
¿Juego o juguete?
Dentro del primer ítem, se marcó una clara diferencia entre el juego y el juguete, teniendo en cuenta que el juego no requiere precisamente de un juguete para que alcance su mayor expresión, ya que “un juguete es todo lo que el niño decida que lo es”, y se diferencia del juego porque “la esencia de un juego empieza cuando alguien asume libremente las ganas de jugar, sino sólo se trata de una consigna dictada por otra persona”, señaló Leandro, uno de los coordinadores de la jornada. “Una vez que eso sucede, que la libertad se ve plenamente, la misma queda circunscripta a la regla de cada juego”, agregó y, por otra parte, expuso que, mayormente, los juguetes modernos están más relacionados a la creatividad de quien lo produjo, que a la del niño o niña que juega con ese objeto: “Esto sucede hasta que se aburre y juega a romperlo, porque es la única posibilidad que le brinda ese juguete de interactuar y no contemplarlo estáticamente.”
Además, se concluyó en este sentido que quizás parece más fácil tener un juguete que abstraiga a los niños, debido a la falta de tiempo de algunos padres para poder compartir el momento lúdico con ellos, que el de generar un tiempo y un espacio en conjunto para poder disfrutarlo colectivamente, y se presentó también la dicotomía entre los recursos económicos y la capacidad de juego: “Muchas veces aquel que menos tiene es quien desarrolla más la imaginación, porque debe transformar todo su entorno en un juguete, en cambio los niños que tienen más posibilidades pueden quedarse sumidos en la comodidad; a su vez, en algunos casos, los niños de bajos recursos tienen que ocupar otros roles en la familia que no permiten que disfruten de su espacio de juego, y esa es una preocupación que un niño de alto poder adquisitivo en líneas generales no tiene”, expresó una de las participantes.
La inserción de la tecnología y la pérdida de los espacios públicos
En relación a los juegos tecnológicos, se desmitificó el hecho de que los mismos sean negativos de por sí, entendiendo que sus avances están a la orden del día, que llegaron para quedarse, que los niños constituyen un sector de la sociedad que nace y crece envuelto en ella, y que siempre dependerá de la utilización que se le de a las plataformas de juegos cibernéticos.
Sin embargo, se coincidió en que este tipo de modalidad fomenta la falta de espacios para construcción colectiva entre niños y adultos, generalmente padres e hijos, por la facilidad que genera entretener a un niño con una tablet o un consola de juegos, y porque la comprensión de la tecnología es mayor en los niños que en los adultos: “A veces no entendemos a qué está jugando un chico, entonces es más fácil catalogar a ese juego de negativo, que generar una vinculación distinta e interesante proponiéndole que nos explique el juego”, destacó Agustina, la otra coordinadora de la charla.
Una de las problemáticas jugar este tipo de juegos por un periodo prolongado de tiempo es el sedentarismo. Para combatirlo, según muchos de los presentes, es importante que se recupere espacio público para la sociedad y que se fomenten las actividades al aire libre y el contacto con la naturaleza. “En las zonas más carenciadas la calle forma parte del patio de una casa, pero en el resto de los lugares, si alguien hace una actividad en la vereda, se ve mal. La gente tiene que tomar conciencia de que el espacio público es de todos, y ese es un rol fundamental de los padres, que tienen que acompañar a sus hijos a las plazas, a los parques o a jugar en la vereda como se hacía antes”, enfatizó un profesor presente.
Juegos curativos: el rol del entretenimiento en la salud
En este punto, se hizo mención a la ley que promueve la presencia de payasos en todos los hospitales de la provincia de Buenos Aires, como punto beneficioso a los tratamientos largos, tediosos e invasivos de pacientes que se encuentran allí. “Cuando un chico es hospitalizado, todos son adultos y hay procesos y procedimientos que él no entiende. Por lo general, en las habitaciones casi no hay juguetes, y los niños ven interrumpido su espacio de juego, ya que están en un lugar ajeno, con gente extraña y pueden sentirse invadidos. Esto hace que necesiten jugar, y por suerte eso actualmente se está teniendo en cuenta”, sostuvo Agustina.
Violencia en el momento del juego
Generalmente, está socialmente mal visto que los más pequeños jueguen simulando luchas, pero, luego de un intenso debate, se llegó a la conclusión que el rol activo que debe ejercer quien esté al cuidado de los menores en ese momento de juego es lo importante para que el hecho no pase a mayores y para que no sea reiterado con constancia en el tiempo. “No es lo mismo un chico que juega un día a pegarle a una muñeca, que un chico que todos los días lo hace, es por eso que tenemos que saber cuándo intervenir”, informó Leandro.
“La prohibición por miedo a la agresividad del chico no es una buena solución, porque en realidad es un momento en el que disfruta sabiendo que es un juego, y la clave nuevamente es estar atentos a ese instante, para poder lograr que los más pequeños puedan teatralizar ciertas situaciones sin lastimarse”, continua.
Otro tema relacionado fue cómo contener a un chico en situación de vulnerabilidad social, que puede ser más permeable a ciertos hechos violentos por su realidad cotidiana: “Debe problematizarse el hecho de las situaciones violentas en el ámbito del juego, siempre desde la observación y la contención, y no desde la prohibición, ya que eso generaría que el juego se transforme en querer desafiar lo que está prohibido. Obviamente, esto requiere un ojo más atento, algo que nuevamente es nuestra responsabilidad”, puntualizó Leandro.
El juego, en este caso, no tiene el objetivo de alejar a los chicos de la realidad, sino de tratar de modificarla. Una prohibición no soluciona esa situación real de violencia que algunos niños viven.
Cuestiones de género: ¿cómo influye el juego en esta problemática social?
A raíz de algunas publicidades de venta de juguetes para chicos o chicas, surge la idea de que determinado juguete está pensado para un género: los autos o pelotas para los varones, las muñecas o la cocina para las niñas. Sin embargo, la naturalización de este tipo de encasillamiento social, provoca la restricción del espacio del juego. ¿Por qué un niño que quisiera usar una cocinita para jugar o una niña que quiera manejar un auto a control remoto está mal visto?
“Los chicos en edades muy pequeñas, entre los dos y los tres años, eligen indistintamente con que quieren jugar. A medida que van creciendo, comienza a volverse común que el varón elija la pelota o el autito y la nena la muñeca, pero esto tiene que ver con una captación de la aceptación del adulto, por eso empieza a elegir lo que el adulto le va marcando”, sostuvo Agustina.
“Hay cosas que en el mundo adulto estamos superando, que en el mundo infantil todavía no”, analizó una docente, en relación a, por ejemplo, el por qué de que una niña no pueda usar un auto, cuando una mujer en la sociedad tiene el derecho de manejar si lo desea, o un varón no puede jugar con la cocina, cuando un hombre adulto puede cocinar.
Aquí entra también en juego el estigmatismo de la homosexualidad, que muchos adultos aún no han sacado de su cabeza. Esta posición frente a la sociedad, también limita el espectro de juego de los niños y niñas.
La charla culminó con la lectura de un texto reflexivo entre todos los presentes y, al finalizar, los participantes quedaron en contacto con los representantes de la SENNAF para poder participar del programa de entrega de kits con materiales para juegos que el Estado Nacional reparte a las instituciones dedicadas al trabajo con ñiños y niñas.
Una vez concluida la jornada, Alejandro Celador, secretario del Consejo Local de Vicente López, dialogó con QuéPasa sobre su contenido. “Fue importantísimo esto que pasó, porque pudimos darle una vuelta de tuerca al concepto de juego y entender que, más allá del placer y de ser un factor constitutivo de la formación de los niños, es una situación más que nos permite identificar e intentar cambiar situaciones de riesgo de vulnerabilidad de otros derechos”, destacó el Secretario.