Por Juan Del Pino
El problema es que nos enseñaron a pensar al agua como esa cosa que, cuando está bien, no tiene color, olor ni gusto, que puede quemar o refrescar pero lo importante es que hidrata.
Es importante hidratarse y en eso estamos de acuerdo, pero nadie puede negar que la enseñanza escolar fue bastante escueta.
Pensar el agua en una ciudad ribereña implica pensar nuestra historia, nuestra cultura, nuestro paisaje… El agua es vehículo de vida decía Da Vinci y no se equivocaba. Ahí está el Río de la Plata que trajo a tantas madres, abuelos y bisabuelos, que trae semillas, peces, aves y tierra. Ahí está el Río de la Plata que entierra los secretos más oscuros de nuestra historia reciente, que se cuela bajo nuestras calles atrapado en tuberías y filtrado llega a nuestras canillas para convertirse en lágrimas, en sudor impregnado en las sábanas, en humedad compartida en besos.
“Escribite algo sobre el agua”, me dijo, “hoy es el Día Mundial del Agua”… Confieso que al principio pensé que la tarea era enorme, luego pequeña y luego me di cuenta que más que tarea es un juego. Porque al agua hay que cuidarla y eso está claro. Hay que cuidarla porque el agua es vida y sin vida no habemus ni Papa, ni Mama, ni nada. Pero al agua también hay que jugarla, y eso está claro, porque es vida.
La Organización de las Naciones Unidas convoca este año y en este día a la cooperación en la esfera del agua para tratar de que en el 2030 la escasez de agua dulce no afecte a casi la mitad de la población mundial. Acá convocamos a pensar el agua más allá del hidrato, porque solo percibiéndola de forma cabal, en clave de poesía, de cultura, de vida, de besos, de lágrimas, de amor, vamos a poder comprender realmente la necesidad de cooperar.
Feliz día.