Cuando el equipo, a lo largo de este torneo, tiene en su haber derrotas con Defensa y Justicia o Temperley, en las que tocó fondo futbolísticamente, lo sucedido anoche en Victoria deja esa sensación de amargura (claramente, a nadie le gusta que le empaten así), pero con una pizca de entusiasmo acerca del futuro.
Obviamente no es bueno conformarse con cosas así, pero más allá del resultado ante Newell’s, se pudo ver un equipo comprometido, con actitud y con ganas de revertir la situación, aún cuando el transcurso de la semana no fue el ideal.
De todas formas hay que ser justos y no dejar pasar por alto lo que llevó a Tigre a que le empaten un partido que tenía prácticamente ganado. Más allá de las lesiones y las improvisaciones, el equipo se quedó en el segundo tiempo y permitió que la visita se agrande para poder llegar al empate final. Eso no puede pasar nunca.
Con poco, Newell’s se lleva un premio enorme, ya que, perdido por perdido, fue a la carga, pero sin una idea clara de juego. Tigre tuvo en todo momento lo necesario para liquidarlo, y si bien hubo mala fortuna en algunas acciones (Japo, la próxima fuerte al medio), Tigre es el que lo pierde. Sí, porque este empate es una derrota.
Dentro de lo valorable del partido, hay que destacar el primer tiempo en el que se vio a un Tigre rozando lo que se pretende. Presión alta, atento a las pelotas sueltas y con movimiento de pelota. Paquete que no tardó en dar sus frutos. Gran mérito de esto es la explosión de Lucas Janson que se convirtió en lo más destacado de Tigre y que se espera que no decaiga.
Pedro Troglio (que firma el miércoles), deberá trabajar mucho y pulir ciertas cuestiones que a Tigre le faltan, como cerrar los partidos, cosa que se vio frente a Argentinos, Huracán y ayer. Material hay, de sobra. Debutaron dos pibes más que tienen la capacidad para ser parte importante del equipo. Tigre demostró que, como siempre, hasta en las malas puede jugar bien.
Solo es cuestión de enderezar el barco. Esperemos que Troglio sea un buen timonel.