Nacido en el barrio de Floresta, César Torres trae con su personalidad rasgos de participación política y ciudadana desde muy pequeño. Cuando cumplió nueve años, en 1979, su familia se había mudado a Villa Soldati, a un complejo en el que vivían más de 2350 familias, y allí conoció el primer trabajo barrial, al ayudar a sus padres en la conformación de la Unión Vecinal del lugar, que se encargaba de realizar actividades para que los pibes del complejo no estuvieran en la calle.
“Esa Unión Vecinal se dedicó a trabajar mucho socialmente y deportivamente. Se hacían todo tipo de actividades, desde rifas o locros para juntar fondos y comprar trofeos para los chicos que jugaban al futbol, hasta que mi vieja tuviera que lavar las noventa camisetas de los pibes para los fines de semana”, recuerda Torres.
"En mi casa no se hablaba de ideologías políticas, se hablaba de hechos, y toda esa enseñanza yo traté de ponerla después en la militancia”
Los sábados a la mañana acompañaba a su papá a la verdulería de la familia y se encargaba de armar una caja con verduras. “Poníamos bolsas de papa, de zanahoria, cebolla, un montón de mercadería que se repartía entre los vecinos que nosotros sabíamos que necesitaban, que la estaban pasando mal. En mi casa no se hablaba de ideologías políticas, se hablaba de hechos, y toda esa enseñanza yo traté de ponerla después en la militancia”, explica, y entiende que parte de su pasión por la política la heredó de su padre.
En aquel barrio, entre paredes llenas de humedad y ventanas que se desprendían y caían ocho o diez pisos, pasó su infancia y vivió hasta el año 1992: “Era un lugar olvidado, porque el complejo se había construido con muchos vicios ocultos”, cuenta Torres. Los padres de César trabajaban todo el día en el negocio familiar, y junto a Daniel, Germán y Jorge, sus tres hermanos, se turnaban para hacer las tareas del hogar. “Poníamos en una frutera papelitos que decían ‘cocina’, ‘baño’, ‘habitación’, y sacábamos uno, para saber qué nos tocaba hacer a cada uno. Yo era feliz cuando me tocaba limpiar los azulejos con Odex”.
Estudioso y participativo en el ámbito escolar, Torres estaba presente en todos y cada uno de los actos del colegio, tenía buen trato con sus compañeros, y aún hoy mantiene relaciones de esa época de su infancia. De la misma manera se desempeñó en la escuela secundaria, y fue integrante del Centro de Estudiantes del Mariano Acosta, a la vez que trabajaba en su edificio de Soldati como recolector de residuos cuando volvía de estudiar. “Yo le agradezco a Dios todos los días acordarme de todos mis compañeros de colegio, de las cosas que hacíamos, de mis vecinos, porque eso forma parte de recordar siempre de donde viene uno. Todas las personas que uno se cruza en la vida lo marcan de alguna manera”.
"Muchas veces a uno lo obligan a decidir de qué vereda ponerse, y creo que lo mejor es saber que no hay que ponerse en ninguna, las dos veredas tienen cosas positivas y negativas"
“Tengo muchos amigos en Soldati, y recuerdos maravillosos de ese lugar, de jugar al poliladron y a la escondida. A veces me da tristeza cuando vuelvo, porque habíamos hecho mucho para mejorarlo y comenzó a decrecer, por la incursión de la droga en la lógica del barrio”.
Para Torres, recordar significa tener una herramienta más para no volver a equivocarse: “Todo es temporal en la vida, no quedarse con un resultado es lo importante, porque esas cosas van y vienen. Lo bueno, lo lindo y lo alegre es poder recordar para saber qué fue lo que uno hizo bien, y que fue lo que hizo mal, para no volver a repetirlo”.
“Esa crianza hizo que hoy tuviera unos reflejos en la calle diferentes, y viera las cosas de otra forma. Ni mejor, ni peor, distinta. Son un montón de situaciones que hacen que te vayas preparando en la vida, y se aprenden sin querer incluso, es parte de mi naturaleza. Muchas veces a uno lo obligan a decidir de qué vereda ponerse, y creo que lo mejor es saber que no hay que ponerse en ninguna, y hay saber entender que las dos veredas tienen cosas positivas y negativas. Y hablo de un contexto social, y no político.”, analiza.
En las buenas, y en las malas mucho más
La infancia fue alegre, y parte de la adolescencia también lo fue, pero, como en la vida de toda persona, no sólo están los momentos felices, sino también los momentos duros, en los que hay que saber batallar con cosas que uno no espera, y que también marcan la experiencia de una persona. En el caso de Torres, la droga lo tocó muy de cerca: "Tuve la desgracia y hoy tengo la suerte de haber tenido hermanos adictos que pudieron salir y recuperarse. La pasamos muy mal porque ellos estaban en un mal momento, y porque la droga los fue consumiendo. Y salieron desde el apoyo familiar”. Uno de ellos, además de por el esfuerzo familiar, “estuvo tocado por una mano sobrenatural, por Dios, y gracias a eso hoy tiene una familia organizada”.
“Para mí fue muy duro ver a ese hermano que repartió volantes en una heladería para poder comprarme mi primer pelota, en una situación terrible absorbido por la droga. Verlo hoy de nuevo aconsejándome, teniendo un nuevo vínculo, contándonos nuestras experiencias como padres, para mí es una bendición importante. Soy un agradecido a Dios permanentemente por estas cosas. Soy muy creyente”, afirma.
El tiempo y la familia
Los cargos políticos, como cualquier trabajo, muchas veces impiden poder disfrutar de la familia y de uno mismo. Emanuel (22), Sol (12) y Catalina (5), los hijos de césar Torres, lo saben. “Ahora les dedico mucho más tiempo del que les dedicaba, puedo acompañar a mi hija al colegio, charlar con mis hijos y mi señora (María Laura), que son las personas más importantes que tengo”, sostiene Torres. Además, mantiene una buena relación con Marcela, hermana de Emanuel, con quien comparte algunos fines de semana.
Define a su familia con felicidad, y le reconforta que, pese a los malos momentos y a los chispazos, puedan tener un diálogo fluido, y acompañarse
Emanuel, el hijo mayor de César Torres, estudia Derecho, tras haber dejado la carrera de Arquitectura. “Es un tipo fuera de serie, espectacular. Te habla lo justo y necesario. A veces te hace sentir con una caricia, o un comentario cortito un montón de cosas”. Sol comenzó la secundaria: “es una edad difícil, ya se puso a la altura de la madre y a uno se le empiezan a movilizar cosas”, dice Torres. Catalina, la menor de los tres hermanos, le infla el pecho a su papá, quien la define como “un tornado” que “vino a revolucionar la familia”, con un carácter muy especial y “muy frontal”.
Si bien no espera tener más hijos, César Torres recuerda el esfuerzo que le demandó a su esposa la llegada de su última hija: “María Laura fue mamá a los 40 años, y creo que esa fue una de las pruebas de amor más grandes que tuvo conmigo, inclusive con riesgo de vida, con un parto complicado. Esa situación fue la señal de amor más grande, más allá del acompañamiento del día a día, y le estoy y estaré siempre muy agradecido”.
Define a su familia con felicidad, y le reconforta que, pese a los malos momentos y a los chispazos, puedan tener un diálogo fluido, y acompañarse. “Todos aprendemos de todo, y cada uno pone su cuota de colaboración y de paciencia para llevar las situaciones difíciles adelante”.
También hay tiempo para uno
En esa búsqueda de tiempo, tanto para su familia como para él, Torres bajó 13 kilos, y quiere ir camino a volver a jugar al fútbol, uno de los hobbies que más lo apasiona. “Quiero terminar con el sedentarismo, camino 5 kilómetros diarios y me encantaría volver a jugar a la pelota con mis amigos”. A nivel profesional, fue arquero en la tercera de Huracán y en Nueva Chicago, y llegó a primera en Sacachispas, club con el que entrenaba desde chico. Se declara hincha de River, pese a que toda su familia era de Boca, y dice que quizás tomó esa decisión por una necesidad de diferenciarse en ese momento, y por el Gallego, un amigo de la infancia que le relataba los partidos del Millonario.
"mi mamá tuvo dos ACV, y en una de las visitas al Houssay le pregunté cómo estaba y me dijo ‘Bien, bien, Esperando que te recibas y me traigas el título’
Le apasiona la lectura, según cuenta, y tiene algunas series de televisión pendientes, como así también la cuenta de aprender a tocar el charango. “Voy a aprender, me voy a dar también ese tiempo. De chico tocaba la guitarra y después dejé”. Andar a caballo es otro de sus entretenimientos, que realiza cuando va a San Juan, su segunda casa: “La paso muy bien y es un lugar maravilloso, viví mucho tiempo y aprendí muchas cosas, es una provincia hermosa”.
También pudo terminar su carrera universitaria, ya que en diciembre pasado se recibió de Licenciado en Ciencia Política, carrera que hasta este entonces no había podido terminar. “Fue una vuelta de tuerca muy fuerte, porque mi mamá tuvo dos ACV, y en una de las visitas al Houssay le pregunté cómo estaba y me dijo ‘Bien, bien, esperando que te recibas y me traigas el título’. Fue un click en la cabeza tremendo y gracias a ese click hoy le puedo decir a mis hijos que el esfuerzo y la constancia tienen premio”.
Priorizando los tiempos, la familia, los amigos, y la necesidad de compartir su presente con su entorno más preciado, César Torres no se empecina, pero entiende la importancia de no desvincularse del amor de los incondicionales. “Es un tiempo que estoy aprendiendo a encontrar, el de padre, el de marido, el de hijo. La verdad que tengo la suerte y la bendición de tener una familia muy compañera y eso hace que no tenga tanta presión para poder hacerlo”.