17 de agosto: tras las huellas del General San Martín en el conurbano

En un nuevo aniversario de su fallecimiento, recordamos algunos de los lugares de las zonas norte y oeste donde el Padre de la Patria dejó también su impronta libertadora, en el trazado de los caminos hacia la liberación de los pueblos.

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Por Diego Maffia, historiador y vecino de San Martin

El nombre del partido de General San Martín no es lo único que liga a las zonas norte y oeste del conurbano bonaerense con la vida del ilustre prócer. El enorme espacio rural que se extendía en los primeros años del Siglo XIX desde las afueras del tejido de la ciudad en dirección sur, oeste y norte estaba ocupado por extensas estancias, quintas menores, núcleos eclesiásticos y unos pocos poblados que apenas alcanzaban la categoría de villorrios o caseríos. La agricultura y horticultura de pequeña escala y la ganadería extensiva eran las actividades económicas predominantes y servían para abastecer a la aún “Gran Aldea”. Ríos y arroyos, varios aún existentes y otros ya sepultados por el progreso, surcaban aquella geografía pampeana que era completada por el trazado de caminos privados, vecinales y “reales”. La diferencia entre ellos radicaba en quien, al menos nominalmente, debía encargarse de su mantenimiento. En concreto los llamados “caminos reales” eran responsabilidad gubernamental.

Eran varios los caminos oficiales que salían de la ciudad de La Santísima Trinidad y Puerto de Santa María de los Buenos Aires, tal rezaba el acta de su fundación. Entre ellos, acaso el más famoso, era el Camino Real que unía, en sus extremos, a la capital virreinal con la ciudad altoperuana de Potosí. Auténtica columna vertebral del virreinato, sirvió durante décadas para articular las economías regionales del centro y norte de nuestro actual territorio entre sí y con cada una de esas dos ciudades mencionadas. Jalonaban su traza las ciudades de Santa Fe, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta y Jujuy, por nombrar solo las más importantes. En Santa Fe, una bifurcación llevaba, bordeando las márgenes del río Paraná, hacia Corrientes y Asunción. Aquel fue el camino que siguió el General Manuel Belgrano en su fallida expedición al Paraguay en septiembre de 1810.

En la actual zona de Pilar, otro desvío iniciaba el derrotero hacia la Villa de Luján y desde allí, continuaba el camino a Cuyo, con sus promesas de buen sol, de buen vino y de próxima cuna de gesta sanmartiniana. Los trazados originales de las Rutas Nacionales 9 (hacia el norte) y 7 (al oeste) fueron en su momento la continuidad de aquellos senderos donde, desde 1810 en adelante, los ejércitos patriotas se sumarían al tránsito de diligencias, carretas, carretones, mercaderías y ganado en pie. Viajeros y transportistas, comerciantes y tropas, encontraban comida, refugio, descanso y aguada para sus caballos en las decenas de Postas que acompañaban aquellos caminos.

Precisamente, la llamada “Posta de los Santos Lugares” es una de aquellas locaciones sobre los que hay sobradas constancias de la presencia del General San Martín. La misma se encontraba en los alrededores del espacio ocupado hoy por la plaza principal del municipio homónimo y era administrada por Juan Pedro Coronel. Allí, en la madrugada del día 29 de enero de 1813, y de camino a las barrancas del Paraná en los alrededores de la Villa del Rosario, San Martín hizo detener la marcha de su tropa compuesta de 125 hombres de su Regimiento de Granaderos a Caballo. Aunque la intención original era cambiar la caballada y continuar a marchas forzadas hacia su destino, el entonces Coronel debió cambiar los planes. Un error en la logística había provocado que no hubiera monturas frescas. Suponemos que a regañadientes, San Martín ordenó una pausa de cinco horas.

plaza central san martín

Fuerzas vivas del partido de General San Martín y el propio gobierno municipal han destacado este hecho, que enlaza a la localidad con uno de los eventos mas recordados de nuestra historia. En la intersección de las calles Caseros y Rivadavia, la artista local Pina Poggi y su equipo, han creado un mural que recuerda la ocasión y que recupera también el nombre del Coronel de la Serna, en cuya vivienda descansara el Libertador durante aquellas horas.

Al cabo de la forzada espera, continuó su marcha hacia el norte por una ruta alternativa al Camino Real y que recibía el nombre de “Carrera al Paraguay”, el cual zigzagueaba en paralelo a la costa del Plata y del Paraná. La marcha se hacía por las noches, tanto para evitar el calor como a los vigías de las naves realistas que navegaban por un Río de la Plata aún en disputa. La siguiente parada tuvo lugar en la Posta de las Conchas (luego conocido como Paso Morales), en el actual partido de Hurlingham y cercana a ese río que hoy conocemos como Reconquista.

Allí sí lo esperaban caballos descansados, por lo que luego de la remonta continuó camino hacia la Posta del Arroyo Pinazo, en tierras de los actuales partidos de Pilar y José C. Paz.

La continuación del derrotero sanmartiniano la describe el historiador local Alberto J. Fernández en una publicación del Museo Histórico de José C. Paz: "El Coronel San Martín con sus granaderos desde la posta de Arnaes en el Arroyo Pinazo, siguió hasta la de Juan Álvarez en Pilar y desde esta hasta la de José Dámaso Sarate en la Cañada de la Cruz, para continuar por las postas de Francisco Peralta en el Río Areco, Felipe Rodríguez en Cañada Honda (hoy Baradero); Tomás Lima, en el Rio Arrecifes; Domingo González en San Pedro; … Justiniano López en Ramallo; Tomás Quintino Benítez en el Arroyo del Medio, cercana a San Nicolás... De la posta de Benítez avanzaron hasta la de María de Escurra en Arroyo Seco, luego siguieron el camino para llegar a la Gregorio Aguirre en Rosario, donde el comandante local, Celedonio de Escalada, le comunicó al Coronel San Martín la intención de los buques realistas de desembarcar a unos cuarenta y cinco kilómetros de Rosario, en el Convento de San Carlos”

Aquella cabalgata a la gloria finalizaría en la noche del 2 de febrero de 1813 cuando los 125 Granaderos y su Jefe arribaron al histórico convento ahora reforzados con milicianos locales. Los 300 metros que había entonces entre esa construcción y la barranca del río Paraná serían testigos durante el amanecer del día 3, del único combate librado por San Martín en el actual territorio argentino.

Pero aquellas Postas del camino no son las únicas que registran las huellas del Libertador en la actual zona norte y oeste del conurbano. Siguiendo algunas de las primeras fuentes historiográficas argentinas (Carlos M. Urien, Vicente Fidel López) y también la tradición oral, historiadores locales del partido de San Isidro como Mariano Pelliza y Adrián Beccar Varela, narran los frecuentes encuentros de San Martín con su principal aliado en el gobierno central a partir de 1816: Don Juan Martín de Pueyrredón, por entonces Director Supremo de las Provincias Unidas. La estancia familiar de este último abarcaba desde la costa del rio hasta una legua (4,8 km) tierra adentro. De ello proviene el nombre del Camino Fondo de la Legua, ya que bordeaba los contrafrentes de aquellas propiedades. Su casco, ubicado en la calle Rivera Indarte 48 de San Isidro, se ha convertido hoy en el Museo Pueyrredón.

museo pueyrredon

Según aquellos relatos, solían reunirse en ella su propietario junto a San Martín y Tomas Guido, otro de los protagonistas principales de la ingeniería política y logística que permitió el Cruce de los Andes. Siguiendo lo que indica la tradición, a la sombra de un centenario algarrobo que crecía no lejos de la casa, San Martín convenció a Pueyrredón de la viabilidad de su “Plan Continental” que se resumía en dos acciones: cruce a Chile, expedición al Perú, aunque es posible que ya en el encuentro que mantuvieran en Córdoba en julio de aquel año, a poco de haberse declarado la Independencia, hubieran hablado del tema.

A más de doscientos años de aquellos días en los que el Padre de la Patria cabalgó por tierras que hoy comprenden los municipios de San Martín, Hurlingham, José C. Paz, Pilar y San Isidro entre otros, no solo es importante la evocación en sí misma, sino también hallar inspiración en la infatigable labor sanmartiniana, para enfrentar los enormes desafíos del presente.