Empezaron a derribar el edificio del viejo hospital, después de 13 años de idas y vueltas, quejas de vecinos y proyectos fallidos. Allí mismo levantarán un complejo de departamentos que estará terminado a fines de 2018.
Abandonado desde la apertura del Hospital Central en julio de 2003, este predio de 6.691 metros cuadrados ubicado en el casco Histórico, entre las calles Juan José Díaz, Primer Junta, Estanislao Díaz y Acassuso, se convirtió en el eje de una polémica que provocó, y todavía genera, quejas de los vecinos a las autoridades.
La empresa desarrolladora Portland tiene la obligación de mantener la fachada original por orden municipal, la misma data de 1909 y es considerada parte de la historia del distrito.
Si bien desde la constructora no quieren dar detalles sobre el proyecto, en su página web ya indican que allí edificarán 95 departamentos de dos a cuatro ambientes con cocheras, piscina olímpica, SUM y spa (ver aquí).
El permiso final aún está en trámite, pero el emprendimiento tiene la factibilidad de construcción.
A principios de 2004, la edificación y el terreno donde se encuentra fueron vendidos por la Comuna a una firma privada por $4.351.000 (cerca de U$$1,5 millones de entonces). En aquel momento, la compañía compradora abonó el 30% de esa suma. Vecinos organizados presentaron un recurso de amparo y juntaron firmas para evitar la transacción, ésta se demoró y recién se concretó en 2010, cuando la empresa pagó el 70% restante del monto acordado seis años antes, sin que lo actualizaran.
Entre los vecinos, la mayoría coincide en el problema que representa el predio abandonado desde hace más de una década, pero los divide el destino que pretenden para el edificio.
Un emblema de la salud pública
Dueño de una historia tan rica como compleja, el Hospital de Agudos de San Isidro, hoy conocido como “el viejo hospital”, comenzó a ser construido en 1892. Sin embargo, esta iniciativa de la Sociedad de Socorros que contó con la colaboración y el esfuerzo de muchos vecinos de aquel entonces, tuvo que esperar hasta el 13 de junio de 1909 para poder comenzar a funcionar.
Es que parte de la comunidad también se oponía a que funcionara en el centro urbano del Distrito. Así, lo que en un comienzo estaba destinado a ser un complejo que incluiría también un colegio y un asilo, sólo pudo abrir sus puertas como hospital. Unos años más tarde inauguraron los pabellones de Pediatría (en 1922) y de Clínica Médica (en 1923).
Ya cerca de medidos de siglo pasado, durante el gobierno del General Domingo Perón, el hospital fue intervenido por la Provincia que luego, en 1952, lo traspasó al Municipio con la orden expresa de respetar el fin para el que fue credo: socorrer a los más necesitados del Partido. Imponente hasta julio de 2003, cuando lo cerraron, en coincidencia con la apertura del Hospital Central, este edificio de estilo falso Tudor albergó al centro de salud pública más importante del Partido.
La Polémica
El edificio del viejo hospital de San Isidro, después de que el Municipio inauguró en 2003 el nuevo Hospital Central, se vendió a la firma AG Producciones, de Alejandro Gravier, pareja de Valeria Mazza.
La venta del edificio fue muy cuestionada por los vecinos con argumento fuerte: ese edificio fue donado a la Municipalidad de San Isidro con la obligación de ser utilizado para fines humanitarios. Esto llevó a un litigio judicial que llevó varios años. En las primeras instancias, la justicia dio razón a los vecinos reclamantes, pero finalmente, la Corte Suprema de Justicia Bonaerense rechazó la demandada aceptando el argumento del Municipio que el dinero de la venta fue utilizado para fines humanitarios ya que financió parte del equipamiento del nuevo hospital, y permitiendo la venta.
Otro punto muy cuestionado fue el precio de venta. El Viejo Hospital, un terreno de 6600 m2, se vendió por $4.351.000 (precio fijado en 2003), unos 165 dólares el metro cuadrado.
En diciembre de 2010, tras varios años de parálisis por el amparo en Tribunales, se efectivizó la venta a la empresa Corporación Inmobiliaria Argentina S.A., constituida por Gravier al mismo tiempo que se licitaron los terrenos en 2004.
Los compradores del predio habían constituido un fideicomiso atrayendo inversores y, con esto, comenzó con una serie de conflictos que derivaron en una controversia entre los adquirentes de la tierra y los inversores, en su gran mayoría vecinos de San Isidro, y que impidió la prosecución del proyecto.
Paralelamente, el estado de abandono del predio provocó trastornos de seguridad e higiene para los vecinos linderos. Ante esta situación, el municipio medió entre los titulares del predio, los inversores, vecinos y, tras varias negociaciones, se llegó a un entendimiento entre las partes en el 2015.