Fin de la primera etapa del camino 2023 para el Club Atlético Tigre y momento de barajar las cartas para repartir de nuevo. A pocos días para volver a los entrenamientos de cara a lo que será el segundo semestre del 2023, es un momento ideal para realizar un balance de lo que fue la primera parte del año para el Matador, que lo tuvo compitiendo en Liga Profesional, Copa Sudamericana y Copa Argentina.
Después de un enorme 2022 en donde el equipo logró clasificar a la Copa Sudamericana, el año comenzó de manera bastante irregular para Diego Martínez. Llegaron varios refuerzos pedidos por el ex DT y conocidos por él (Garay, Montoya, Molinas, Badaloni) sumadas a incorporaciones por buenos rendimientos (Sebastián Medina y el Kily Rojas) y otras que llegaron sobre el cierre del mercado (Emanuel Aguilera). Manteniendo gran parte de la base a excepción de Equi Fernández, había plantel para pelear arriba.
El inicio de la Liga Profesional y el correr de los partidos le fueron marcando la realidad a Tigre: no alcanza con los nombres para imponerse sobre el resto. Un arranque irregular con solo dos triunfos y el primer bajón pronunciado que hizo tambalear a Martínez: aquellas derrotas 0-2 con Arsenal y Central Córdoba de manera consecutiva fueron un llamado de atención. Antes de eso, el equipo había protagonizado uno de los peores papelones de su historia al ser eliminado por Centro Español, equipo de la Primera D, en Copa Argentina.
Cambios de esquema, modificaciones de nombres y muchos parches que no alcanzaban para que las escasas señales positivas se mantuvieran en el tiempo. Tigre empezó a deambular por la mitad de la tabla a nivel local y a competir en la Copa Sudamericana, donde recibió un duro revés en el debut (0-2 con San Pablo y enorme reproche de los hinchas) pero se encarriló luego (victorias de visitante ante Tolima y Puerto Cabello).
Irregular era la palabra que definía a la perfección al Tigre de Martínez, entre pocas victorias, empates (algunos festejados como el de Gimnasia, otros con sabor a nada como el de Atlético Tucumán) y derrotas muy feas (Independiente, Boca y Talleres, todas consecutivas) terminaron en la fatídica noche de Vicente López.
Niveles individuales insostenibles, un colectivo que no lograba potenciarse y el técnico que había perdido la brújula. La derrota en el clásico con Platense terminó derivando en la salida de Diego Martínez, de mutuo acuerdo con la dirigencia, luego de que el ciclo llegara a un punto de no retorno. No había respuestas futbolísticas y el cambio era necesario. Danza de nombres mediante, terminó asumiendo Juan Manuel Sara, viejo conocido del plantel.
En la previa, un nombre que no provocaba demasiadas emociones al venir de flojos pasos por equipos del ascenso (Maipú, Ferro y Estudiantes de Buenos Aires). Y el arranque fue en línea con esa percepción. Si bien es cierto que Sara nunca tuvo una semana entera de trabajo, tampoco logró darle una identidad al equipo en esos primeros partidos. Debut triunfal con Vélez y una seguidilla de seis derrotas en siete partidos, incluidas las dos con Libertad que marginaron al equipo de Copa Sudamericana.
Se fue Colidio primero, luego Blondel y por último Retegui. El olor a ciclo cumplido estaba olfateándose en el aire, pero por suerte Tigre, que había empezado a mirar seriamente los puestos de descenso, salió a flote con las últimas dos victorias sobre Colón y San Lorenzo y terminó el semestre con un poco más de aire, un plantel corto en jerarquía y soluciones (refuerzos que no rindieron y algunos titulares que bajaron su nivel) y con la necesidad de hacer un mercado de pases perfecto para no sufrir en la Copa de la Liga.
Tigre volverá a los entrenamientos este viernes en Mapuche y hará una pequeña pretemporada en dicho lugar. Renzo López, Kevin Lomónaco y Juan Cruz Esquivel son los primeros tres refuerzos confirmados y la dirigencia trabaja para traer entre tres y cuatro nombres más "de jerarquía", según le reconocieron a SÓLO TIGRE.