Túnel de San Isidro: cómo era el escondite de los ladrones que quisieron robar al Banco Macro

Era su base de operaciones, perfectamente equipada. Ropa, calzados, anotaciones, colchones, platos, cubiertos y hasta latas de atún, que se descubrió por casualidad con una varilla sobresalida en la calle.

Pasaron casi dos meses del hecho, pero cada día surge nueva información y más datos increíbles. Ahora, se conoció cómo era el escondite de los ladrones, que planeaban robar el Banco Macro de San Isidro y fueron descubiertos los primeros días de agosto. Lo pensaron, diagramaron por mucho tiempo y casi lo ejecutaron, pero los atraparon por una varilla en la calle. Habrá sido el destino, casualidad o no se sabe como decirlo, pero lo cierto es que su gran plan para volverse millonarios a costa de vaciar una entidad bancaria tal como "El Robo del Siglo" allá por 2006 estuvo muy cerca de volverse realidad.

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Un informe de La Nación reveló cómo era y que contenía la guarida de los bandidos ya apresados. Según informaron, ya habían cavado un túnel de 155 metros de largo y 4,35 metros de profundidad que comenzaba en un depósito alquilado en la calle Chacabuco y se dirigía directamente hacia la bóveda del banco.

El lugar donde los ladrones se escondían y trabajaban en el túnel era un depósito alquilado, que antes había funcionado como taller mecánico. Al entrar, lo que quedaba eran rastros de su vida clandestina: ropa y calzado embarrados, colchones, platos, cubiertos, y restos de comida como latas de atún, botellas de aceite y morrones listos para cocinar. También había tachos plásticos de 20 litros y bolsas llenas de tierra extraída del túnel. Este depósito funcionaba como su "base de operaciones", un lugar que mantenía las herramientas y los suministros necesarios para su misión criminal.

La atmósfera dentro del túnel era opresiva. La falta de luz natural, la escasa ventilación y la sensación de claustrofobia dominaban el ambiente. Los ladrones trabajaban en un espacio reducido, desplazándose en cuclillas bajo un encofrado de madera que construyeron para evitar derrumbes. Estos tablones, que llevaron previamente cortados al lugar, tenían anotaciones que evidenciaban la organización del grupo. En algunas partes del túnel, se podían leer flechas y el número "40", escrito con carbón y tiza blanca, que indicaban direcciones y posiblemente distancias. Más adelante, los detectives encontraron seis flechas adicionales acompañadas de signos de dólar, que apuntaban hacia el lugar donde los ladrones esperaban llegar: la bóveda del banco.

El lugar también tenía una especie de improvisada "habitación". En el entretecho del depósito se hallaron colchones, lo que sugiere que los miembros de la banda se turnaban para descansar mientras otros continuaban la excavación. Junto a los colchones, los investigadores encontraron una cocina alimentada por gas de una garrafa, y cerca de ella había utensilios de cocina, además de alimentos como latas y botellas. Todo indicaba que pasaban largos períodos en el lugar, trabajando y durmiendo allí, mientras avanzaban en la excavación.

Un aspecto clave de la planificación de la banda fue el sistema de ventilación que implementaron. Con caños plásticos típicos de desagües pluviales, los ladrones crearon un mecanismo para cambiar el aire dentro del túnel, conectándolo a un tomacorriente en la superficie. También instalaron iluminación con lámparas de bajo consumo, que aportaban una tenue luz cálida al túnel, lo que les permitía trabajar sin ser detectados desde el exterior.

La investigación, a cargo de los fiscales Carolina Asprella y Patricio Ferrari, ha dado con varios de los miembros de la banda. Hasta el momento, cuatro personas han sido detenidas, tres de ellas en Uruguay. Uno de los arrestados, Alejandro Israel Rosendo López, alias "Johnny", fue señalado como el encargado de transportar a los delincuentes entre Argentina y Uruguay. El juez de Garantías Ricardo Costa dictó prisión preventiva para López, resaltando la sofisticada logística del intento de robo.

El plan de la banda, que duró más de un año y medio de preparación, se frustró por un hecho fortuito. Un transeúnte que notó una varilla sobresaliendo entre los adoquines fue el primero en alertar sobre algo extraño. A partir de allí, la investigación reveló la trama de uno de los intentos de robo más osados de los últimos tiempos.