La historia de los barrios del Fondo de la Legua, la de Vicente López y San Isidro concretamente, nos regala grandes personajes. Uno de ellos: Duncan Mackay Munro, quien pertenece a una de esas familias que quedaron inmortalizadas en nombres de estaciones y localidades. Duncan nació en la ciudad escocesa de Inverness de 1844 y estudió en Farraline Park donde se recibió de profesor de inglés y sería en el Highland Railway que adquiría sus primeros conocimientos en materia ferroviaria. Esto le permitió convertirse en tutor de las hijas de Sir Hipwell, comerciante de origen irlandes radicado en nuestro país, siendo muy joven. Sin mucho que perder, Duncan se embarcó entonces hacia la Argentina a la que llegaría en el año 1866. Luego se casaría con una de sus hijas. Los primeros pasos luego del establecimiento rural de los Hipwell, fueron practicar como telegrafista, empleándose como tal, por el buen manejo del Código Morse.
Rápidamente en 1869 pasa a ser jefe de estación de los Ferrocarriles del Norte y Ensenada, que funcionaba donde actualmente está el Teatro Colón. Pero este ascenso se interrumpiría con una triste noticia, la muerte de su esposa Catalina, muy joven, a los 29 años. Con ella tendría tres hijos: Catalina Elena, Duncan y Jorge Daniel. Luego se casaría con María Inés Ballesty y Caroll teniendo tres descendencias: María, Inés, Catalina Elisa y Elisa María la mayor de su segunda esposa y madre de Adelina Munro Drysdale, su nieta favorita y quien daría su nombre a una localidad y a la estación.
En 1887 fue designado Administrador General del Ferrocarril de Santa Fe y en 1888 pasó a desempeñar su ocupación administrativa más destacada, al frente del Ferrocarril Central Córdoba. En su rol como administrador, durante 22 años, revisaba la formación del tren y a su personal recorriendo el mismo con traje y guantes blancos. Antes de la partida del tren hacía formar a todo el personal del mismo en el coche correspondiente; estos colocaban un pie en cada escalón haciendo además la venia a Duncan Munro. Participaban en esta formación, inspectores, guardas y mozos. La formación tenía carácter marcial y la venia era por supuesto en señal de saludo. Era un espectáculo para pequeños y grandes que se arrinconaban curiosos a verlos.
Como este hecho demuestra, Duncan era un hombre muy respetado. Soñaba en grande y en serio. Como hombre ferroviario creía en el progreso y no dudaba en seguirlo. Por ello participó en empresas madereras y de colonización. Perteneció a la Comisión Nacional Argentina de Fondos para la construcción de caminos y al Consejo Nacional de defensa agrícola. Además, se destacó por su filantropía como socio fundador de la Iglesia San Andrés de la Capital Federal y socio fundador de la Iglesia Escocesa en Buenos Aires. Y como si fuera poco pertenecía a la Logia de la Masonería con el cargo de Gran Maestro de la Logia Escocesa en Buenos Aires.
Es decir, era un hombre preocupado por el progreso económico y social de nuestro país de la mano del ferrocarril. Recordemos que este no solo era un sistema de transporte, sino que hacia fines de siglo XIX también se utilizaba para transportar mercaderías hacia el puerto. También sus estaciones funcionaron como un eje fundamental a partir de las cuales se desarrollaba poco a poco la formación de los pueblos. Justamente la que es hoy estación Munro del Ferrocarril Belgrano Norte (Ex Central Córdoba) se denominaría así debido a la distinguida personalidad de Duncan y a la donación que efectuara de terrenos y de una hectárea para que se construyan no solo la estación, también la plaza y gran parte de lo que es hoy el pueblo de Munro.
Duncan siguió colaborando como administrador del ferrocarril Central Norte inaugurando líneas en Santa Fe, Córdoba e incluso el norte. Un hombre dedicado que supo brindar su expertise al servicio de una nación que recién estaba emergiendo. Diarios importantes titularon su muerte el 6 de junio de 1929, a los 85 años, de la siguiente manera: "Ha fallecido hoy el Decano de nuestros dirigentes ferroviarios".
Hoy sus restos descansan en el cementerio británico de la Chacarita. Gracias a esa labor, pertenece al panteón de fundadores de los Barrios del Fondo de la Legua también junto a su tan querida nieta Adelina, a la que rindió homenaje recordándola en una estación. Nuestro deber es recordarlo.