Empiezan las Clases

OPINIÓN. Por Carolina Ruggero

Por Carolina Ruggero*

Alguna vez visitaste una escuela las últimas semanas de febrero? Te sorprenderías.

Las maestras se reencuentran y comparten, junto al mate, las novedades pedagógicas propuestas para el año. Además, deciden cómo decorarán la escuela para recibir a los chicos.

Así se suceden días de flores, pinturas, guirnaldas. Aulas convertidas en selva para los chicos que entran a primer grado, motivos un poco más sobrios para el salón de actos, color, alegría, comienzan las clases!

Así es, si nunca fuiste a una escuela las semanas previas al inicio de clases, te sorprenderías de la alegría, el trabajo, el amor y el compromiso que se respira.

Además, este año -mucho más que en años anteriores- estos preparativos conviven con las obras que ponen a punto a la escuela para que los alumnos tengan mejores lugares donde estudiar: en lo que va de 2019 el gobierno de la Provincia puso en marcha obras de refacción y mantenimiento en 2.600 escuelas; mientras que en el período 2016-2018 fueron arregladas 8.000 escuelas y se terminaron 743 obras nuevas, junto con los municipios y los consejos escolares, sextuplicando lo realizado entre 2010 y 2015.

Las demoras en el inicio de clases deslucen a esas escuelas engalanadas para recibir a los chicos, esos preparativos, esa comunión del equipo docente, ese clima ideal para provocar la alegría del conocimiento.

Sé que esto puede ser tomado como algo personal, como una posición política. Pero, objetivamente, ¿Comenzar una semana antes o una semana después da lo mismo? Para poner un ejemplo, los chicos que terminaron el secundario en 2018 perdieron prácticamente un ciclo lectivo entero a lo largo de su trayectoria.

Algunos pueden pensar que no es tan relevante. Sin embargo, la evidencia nos muestra lo contrario: solamente terminan el secundario poco más de la mitad de los chicos de la provincia de Buenos Aires, muchos tienen una alfabetización deficiente y su comprensión lógico matemática es pobre. Esto nos interpela como sociedad, nos afecta directamente a todos, impacta la calidad de vida de nuestra provincia, sus posibilidades productivas, su conversación.

La educación es prácticamente el único motor para la movilidad social ascendente y el único vehículo que tienen muchos para encontrarse con ese sentimiento único que es la curiosidad o con escenarios alternativos para imaginar la propia vida. Todo eso además de algo fundamental: poder comprender el mundo que nos rodea, ser capaces de descifrarlo y de movernos en él con las herramientas básicas requeridas para sacarle provecho.

No da lo mismo ir a la escuela que no ir, no da lo mismo aprender que no hacerlo, no da lo mismo construir vínculos significativos con nuestros compañeros o con adultos, que pueden convertirse en referentes en nuestras vidas, que no hacerlo. No da lo mismo vivir la escuela con alta intensidad o ir de vez en cuando. Y cuánto más desfavorecido es el entorno familiar o comunitario en el que un niño ha nacido, más importante es esa trayectoria escolar, más significativa puede ser la experiencia educativa en su vida, más reveladoramente sorprendentes sus posibilidades futuras.

Todo eso puede pasar si hay clases. Si no, no pasa.

*Carolina Ruggero es socióloga especializada en Políticas Públicas. Directora Provincial de Políticas Socioeducativas de la Dirección de Cultura y Educación de la Provincia de Buenos Aires.