Al Falcon verde lo derrotó el pueblo argentino

OPINIÓN - Juan Del Pino, referente del espacio de Juan Grabois en zona norte, escribe sobre las imágenes difundidas por referentes de La Libertad Avanza de San Isidro junto a un Falcon verde, uno de los símbolos de la dictadura militar con los que se perpetraron miles de violaciones a los Derechos Humanos.

Por Juan del Pino*

El candidato a intendente de Milei en San Isidro, Rodolfo “Pipo” Paolucci, se dedicó las últimas semanas a tapar algunas pintadas que celebraban la llegada del nieto restituido número 138, siguiendo el ejemplo de otro prohombre del anarcocapitalismo como es Ramiro Marra. Hasta ahí, podríamos decir que se trató de una tontería busca-fama, un intento de colgarse de Juan Grabois (quien había realizado con nosotros las pintadas) para adquirir cierta notoriedad.

El problema es que Paolucci, que ya hace rato pasó los 50 años y no puede esconder su malicia detrás de una pretendida ignorancia, lo hizo luciendo de forma planificada un Falcon verde, emulando a los grupos de tareas de la última dictadura militar que secuestraron personas para torturarlas en la clandestinidad, robarles sus bienes, violarlas y finalmente asesinarlas o directamente hacerlas desaparecer.

Usar un Falcon verde para tapar pintadas de la Memoria es una clara apología al crimen de Estado, una reivindicación del uso clandestino del aparato estatal para vejar, torturar y aniquilar personas. Algo que una democracia sana no debería permitirle a un candidato a intendente.

Ante la inacción del aparato estatal, cada día más subordinado a los intereses de la oligarquía internacional (léase Elon Musk, Donald Trump y compañía) y menos interesado en defender los derechos sociales del pueblo argentino y la soberanía nacional, la sociedad civil debe tomar en sus manos la defensa de la democracia y de la Patria.

Nuestra sociedad tiene altísimos niveles de organización civil. Sindicatos, clubes, bibliotecas, centros de estudiantes y de jubilados, centros culturales, comedores comunitarios, movimientos sociales, organizaciones políticas, asambleas barriales y demás, constituyen un entramado comunitario que históricamente ha servido para defender algunos derechos colectivos que no se suelen encontrar en otros países de nuestra región: educación pública, gratuita y de calidad, tanto terciaria como universitaria; un sistema de salud público con claras deficiencias pero con muchos servicios de calidad; tasas de homicidios muy bajas en relación a la media de América (incluida Norteamérica); entre otros.

Uno de esos logros que nos pertenecen como sociedad es el de la Memoria, la Verdad y la Justicia. Somos de los pocos países que lograron impulsar juicios democráticos contra los perpetradores del crimen de Estado. La mayoría de las veces, las dictaduras han logrado pactar procesos de impunidad con las democracias condicionadas que les precedieron o fueron juzgadas por tribunales extranjeros. Es un motivo de orgullo para nuestro país que acá las y los argentinos pudimos juzgar a los genocidas y mandarlos a la cárcel. Eso nos convirtió en una de las democracias más sólidas del continente, un laurel que no habíamos tenido antes en nuestra historia nacional.

Es por eso que actos como el de “Pipo” Paolucci no deben pasarse por alto ni ser entendidos como una ofensa contra un grupo en particular. El juicio a los genocidas, la derrota del terrorismo de Estado y la conquista de la democracia son un triunfo de la sociedad toda. Las ofensas a ese consenso democrático son, por ende, un ataque a la sociedad civil en su conjunto y deben ser repudiadas más allá de las afinidades políticas y partidarias.

El mural realizado por H.I.J.O.S. y centros de estudiantes secundarios de San Isidro fue una acertada respuesta a estas provocaciones, un ejemplo que debemos multiplicar ampliando los niveles de articulación y unidad. Que, como cantamos tantas veces, “sean eternos los laureles que supimos conseguir”: incluida nuestra democracia y el repudio social al crimen de Estado.

*Referente de Argentina Humana en San Isidro