Esta columna, que sale al día siguiente de cada fecha, tiene como finalidad el análisis de lo ocurrido durante el partido. Pero la realidad es que la edición de hoy tiene las mismas respuestas que las que hay en la mente de los lectores. Ninguna. Uno podría decir que recién van cuatro fechas, que es un nuevo ciclo, que hay refuerzos que no se acoplaron y que, por ende, es temprano para sacar conclusiones. Todo eso sería válido si se viera otra cosa en la cancha.
Anoche, Tigre comenzó el partido como lo terminó la fecha pasada frente a Defensa y Justicia: sin la pelota, sin presión y con una floja marca que hacía que el rival complicara hasta con los traslados más intrascendentes del balón. Y en diez minutos ya estaba en desventaja tras una desatención defensiva. Mismo caso que la jugada que originó, minutos después, el penal del segundo tanto local. Entonces, ¿a qué juega Tigre?
Uno puede ver el lado positivo del partido y decir que en el segundo tiempo el equipo mejoró y mereció más. Pero no, eso sería ser conformista porque si Tigre mejoró fue porque no lo quedaba otra y Temperley (haciendo su negocio) se retrasó. Los jugadores caminaban la cancha, el técnico se encapricha con un esquema y la falta de idea e identidad llegó al límite.
Se podría pecar de hablar con el diario del lunes, pero hay cuestiones que hace rato se vienen pidiendo. Cambio de esquema, dejar el 4-4-2 y pasar un 4-3-1-2 con Wilchez libre por el medio. Cirigliano titular, ya está entero y anoche fue el mejor de la cancha con apenas poco más de un tiempo jugado. Hoy en día es más que Menossi. Y por sobre todas las cosas, constancia. Decidirse por una dupla de ataque fija. Que el entrenador saque a quien tenga que sacar, pero que jueguen los mismos dos por dos partidos seguidos.
No digo que esto saque a Tigre campeón. Pero es lo que todos piden. Y hacerlo, en el contexto actual, ayudaría mucho.