El resurgimiento y el nuevo auge de las barberías tradicionales implican una recorrida por el barrio, una caminata para revalorizar los espacios que para muchas personas son “terapéuticos” y que pasan allí parte de su tarde, no sólo llevados por su estética, sino también dispuestos a compartir sus problemáticas cotidianas o una charla que repase temas de la actualidad: fútbol, política y moda, por supuesto.
Si nos remontamos al rol del peluquero y el barbero tal cual lo vemos hoy en día, deberíamos saber que las primeras barberías tradicionales vienen de Chicago, surgen a mediados de la década de 1910, y sufren una recaída después de los '70, con la aparición de la tendencia hippie a nivel mundial. Luego de 40 años de resistencia y de trabajo escondido, los cortes hipster de hoy vuelven a hacer honor a aquellos cortes del '40 y se ve un nuevo crecimiento del mundo de la barbería, aparejado de una reivindicación de la estética “vintage” o “retro”, como si de repente todos estuviésemos paseando en el stage de Bastardos sin Gloria, de Tarantino.
La tradición y el negocio se complementan para que esta situación genere un boom, para que quien pasea por la Zona Norte pueda encontrar varios de estos espacios incluso con pocas cuadras de diferencia, tanto en barrios populares, como en zonas céntricas. En cualquier rincón de la región, uno puede encontrar una barbería.
Ariel es la cuarta generación de barberos de su familia, y hace 27 años que se dedica a la profesión. “Hay un resurgimiento de lo retro en general, no sólo desde las barberías, sino también desde la música, el cine, o la literatura. En mi caso, el estilo de la vieja escuela americana de los '60 estuvo siempre. En muchos casos, uso las mismas herramientas desde hace 20 años”, cuenta el dueño de Rebel´s, ubicada en Berutti 1660, Martínez.
Por su parte, Gabriel Mennelli, encargado de Boy Cut Barber Shop, en Olivos (Ugarte 1689), dice que se han establecido diferencias entre “la vieja peluquería tradicional y las barberías modernas, que tratan al cliente como si fuera un número”.
En cuanto al trabajo, señala que “en una barbería moderna sería con guantes de látex, gel frío, en cambio los que apostamos al trabajo más tradicional mantenemos tanto los productos como los viejos estilos, buscamos que sea una terapia, que sea un espacio de contención para la gente del barrio, que pueda pasar y quedarse sin necesidad de cortarse el pelo o afeitarse”.
Ariel coincide y cuenta su experiencia: “Acá hay clientes que pasan por la barbería a tomar un whisky o un café, porque es un lugar de diálogo, casi terapéutico, más allá del servicio que pueda recibir, y creo que esa circunstancia es lo que hace que estos espacios trasciendan lo generacional”.
Si de generaciones hablamos, Kevin, de 21 años, pertenece a una nueva generación de barberos. Trabaja hace 6 meses en Barbería Carrera, en Quintana 1092, San Fernando, que también tiene sucursales en Beccar y San Isidro. El joven cuenta como vive el fenómeno de las barberías: “Es una experiencia nueva, para mí esto no es sólo un trabajo para el que estudié, siento que hay algo más. Me apasiona porque uno comienza a compartir gran parte de su vida con otras personas que en algunos casos están de paso, pero que muchas veces regresan y comienzan a construir una historia más allá de la relación laboral”.
En este punto, y en relación a la edad de quienes ejercen la profesión, Mennelli, sin generalizar, dice que “es una de las cosas malas de la barbería y no tiene que ver con los jóvenes en sí, sino con la falta de capacitación en muchos cursos de seis u ocho meses se dan para utilizar los elementos de trabajo como la navaja, el navajín o mismo las tijeras”.
“Para mí es una responsabilidad afeitar a alguien, y entiendo la crítica a los cursos cortos de peluquería o barbería, pero es una cuestión personal de cada uno. Yo comencé esto como un curso, como un estudio para tener una salida laboral, y ahora entiendo que se trata de algo más, y busco todo el tiempo perfeccionarme”, expresa Kevin.
¿Los estilos de corte? De todo un poco. Ariel recuerda que “hubo un período en el que por casi 10 años la gente no te pedía que le arreglaras la barba y ni siquiera se usaba la navaja”, pero que “ahora resurgió una moda europea que hace que una generación de entre los 25 y los 35 que nunca vivió lo que era afeitarse con navaja, quiera conocer esa experiencia, como hay otra de arriba de 40 que viene a revivirla o que nunca perdió esa costumbre”.
“Degradé con navajas, barba, cortes con líneas, eso es lo que más pide el chico de barrio que viene acá y que busca o estar a la moda, o simplemente mejorar la estética. Pero también vienen mujeres, que se rapan a los costados, o buscan hacerse dibujos. Me parece que esto le quita un poco a la barbería ese estereotipo de macho que muchas veces se le quiere adjudicar”, dice Kevin, a lo que Mennelli agrega que “hoy por hoy se ve de todo, nenas y nenes desde los 8 años, hasta hombres y mujeres de 70 o más que pasaron por esa moda de la que hablábamos antes y que recuerdan esa época”.
En cuanto al trabajo, los tres coinciden en mantener las tradiciones: Vapor, brocha, y navaja para la barba, pero, sobre todas las cosas la necesidad de que quien venga se sienta en un lugar ameno donde pueda pasar un momento agradable: música, algo para tomar y una charla. Los condimentos de la barbería tradicional que no se pierden con la moda.