Fuente: Jorge Sánchez para Clarín Zonales
Es habitual que en algún momento de la vida se cruce la idea de coleccionar cosas, como estampillas, figuritas o camisetas de fútbol. Hernán Ditro Di Tella (36) rompe el catálogo de lo normal: en su casa de Olivos, durante varios años fue armando una especie de museo con 40 motosierras.
"Estas máquinas son interesantísimas. Las que a mí más me fascinan son las que funcionan a explosión, es decir, las que tienen un motor de combustión interna. Las prefiero sobre las eléctricas por la sensación que me dan, su agresividad me transmite mucha adrenalina", revela como si hablara de la potencia de una moto.
El hombre admite que cuando describe su pasión por las motosierras muchos pueden mirarlo con extrañeza. Para tratar de explicar lo que siente, hace una comparación: "Podría ser aplicable a un auto de competición, escuchar rugir su motor es lo mismo que siento con mis máquinas. Son muchas cosas, no es fácil pasarlo a palabras, lo que sí puedo decir sin dudar es que las motosierras eléctricas no me generan nada", deja en claro. Y confiesa: "Si bien son máquinas que se utilizan para talar grandes árboles en los bosques de todo el mundo, yo me divierto en el fondo de casa cortando troncos o a veces podando los árboles en las veredas de mis amigos".
"Tute", como lo apodan desde la infancia, tuvo la primera motosierra a los 13 años. "Era de un amigo de mi papá que nos la prestó para cortar unos árboles en casa. Apenas la agarré me cautivó su diseño y 'rugido'", dice.
Al poco tiempo, en vez de juntar plata para comprar una bici o patineta, su sueño era tener una de estas máquinas para él solo. Así fue que durante el verano siguiente hizo de todo para conseguir el dinero: "Trabajé en la inmobiliaria de mis viejos y a los 14 pude comprarme una", recuerda.
Al principio, como era de esperar, a sus padres les costó mucho entenderlo y tenían miedo de dejarlo solo con su "nuevo juguete". Aunque luego, por confianza o cansancio, terminaron de aceptar el excéntrico gusto de su hijo.
Hernán trabaja en una casa de restauración de pianos, en Olivos. "Al principio no fue nada sencillo el laburo, pero día a día se fue simplificando", detalla. A su vez, explica que si bien su ambiente laboral es tranquilo, agradable y armonioso, necesita que le llene el alma: "Cuando llego a mi casa tengo que estar bien, si la paso mal no puedo seguir. Lo que más me gusta es que no es como una empresa, soy muy eficiente en lo que hago, pero a la vez necesito divertirme".
En la vida cotidiana, lejos de que sus conocimientos laborales lo ayuden con su hobby, pasa lo contrario. "Lo que sé sobre arreglar y modificar motosierras me ayuda con los pianos. Aplico la restauración en todos los ámbitos. Lo más importante es la obsesión, si no la tenés, no lográs el nivel de detalle que se debe. Por ejemplo, con el registro o la afinación del piano, que son cosas no estéticas y es algo que se mejora con precisión pura", destaca.
Y agrega: "Si la máquina no queda bien, no me siento satisfecho, como que algo está mal y no me pongo feliz. Cuando las consigo tengo que estar seguro de que van a poder quedar bien, que los repuestos se pueden conseguir y que no es imposible. Lo previsualizo y la satisfacción es muy grande al lograr mi objetivo. La ansiedad se va aminorando y siento lo mismo cuando consigo otra, la euforia disminuye", comenta.
Emparentado a su obsesión por las motosierras, se puede distinguirotro elemento que lo fascina: las desmalezadoras. "Son como una terapia para mí, me pongo los auriculares para aislar el sonido y arranco. Cuando era más chico en el barrio estaban chochos, ya que salía a cortar el pasto de todos los vecinos, a veces sin cobrarles nada", cuenta.
"Tute" se emociona al hablar de su hijo Milo, de un año y ocho meses: "Sería fabuloso inculcarle la pasión que yo siento por las motosierras, pero hay que darle libre elección y que pasivamente le vaya gustando lo mismo. Mi viejo me hizo compartir muchas cosas con él como tiro, buceo, astronomía, fotografía y música, por ejemplo. Soy curioso gracias a él, y espero que mi hijo salga igual", remarca. Y finaliza: "Eso no quita que no le haya comprado unas máquinas de juguete para que vaya tanteando un poco el rubro de su padre".