Vecino del barrio Las Tunas (General Pacheco, Tigre), Damián Quilici se define como "poeta de calle de tierra" y es un exponente de la cultura popular de los barrios del conurbano. Recorre escenarios con su stand up villero y en el contexto de estos días tan particulares nos presenta a "Ramón" y desde él , abre la puerta a pensar el Aislamiento Preventivo y Obligatoria desde un barrio del nuestro conurbano.
Ramón
Por Damián Quilici
Otra noche sin poder dormir. La música de los vecinos desde temprano le ponen ritmo al hambre. A Ramón le cruje el estómago. Hace cuatro días que no puede salir a cartonear. Hay un móvil de gendarmería en cada esquina de la villa que controla quién entra y quién sale. Si no salís a comprar, te niegan el paso. En esas precarias viviendas también habitan enfermeras, trabajadores de la seguridad privada y empleados de comercios esenciales. Ramón no le tiene miedo a la pandemia, ya pasó por situaciones peores. Un accidente laboral le arrancó dos dedos de la mano izquierda. Trabajaba en una carpintería en negro. Nunca cobró nada, ni siquiera cuando lo despidieron. Intentó hacerle juicio al patrón pero cambió de razón social la pequeña pyme, y nunca pudo comprobar sus años como ayudante de oficial. Ramón tiene 67 años. Pertenece al grupo de mayor riesgo de contagio, sin embargo, al no recibir ayuda alguna, está resignado. Ya no sabe a quién pedir, su mujer trabaja, aún con unos sesenta y pico de años, limpiando casas en un barrio privado. Ya le comunicaron que no vaya por quince días. Uno de sus cuatro hijos, el más chico, vive junto a ellos. También desocupado. Los otros tres pudieron salir de la villa y nunca más volvieron, ni a ver a sus padres. Ramón no entiende nada de streaming, ni de los hashtag #quedatencasa. En un pequeño televisor a color, mira como unos influencers millonarios le piden a la población que no salgan de sus hogares, lo hacen desde lugares con todas las comodidades, con excelente conexión a internet y la heladera llena. La última vez que Ramón pasó por un supermercado, fue para comprar picadillo y pan, con la poca plata que pudo hacer vendiendo el cartón para reciclar. Alguien le dice que se anote en algún plan para recibir mercadería. Otro que le acerca unos paquetes de arroz, pero hace unos días se quedaron sin gas, todo mal en la vida de Ramón. Ramón está desesperado. Mira como la gente hace filas interminables en los comercios y se queja, "ojalá me pudiera quejar por tener que hacer la cola para comprar comida" dice. Ramón dice que el virus no mata, que lo que mata es el hambre y la indiferencia. Ramón no viajó nunca a ningún país, apenas conoce Corrientes, porque nació ahí. Ramón somos todos, en mayor o menor medida. Ramón no le tiene miedo a la pandemia, le tiene miedo a algo peor, al crujir de su estómago.