| Por Leandro J. Martin* |
Hay dos tipos de memorias. Una tiene presente a esa generación de compatriotas que lucharon por modelos de sociedades inclusivas frente a un Estado incomprensible y violento primero, y a uno autoritario y genocida después del golpe del 24 de marzo de 1976. Otro tipo de memoria, que disfrazada de memoria busca la desmemoria, es la que ejercen aquellos quienes trivializan lo ocurrido en aquellos años oscuros mediante sentencias simples que no abarcan en absoluto lo complejo y grave del asunto: “basta de mirar el pasado”, “hay que mirar el futuro”, “los militantes de DDHH son rencorosos y vengativos”, etc.
Hace pocos días, el Municipio de San Isidro propuso, a través de su área de cultura, conmemorar el día de la Memoria, Verdad y Justicia, mediante la curiosa propuesta de recordar cuales eran los juguetes preferidos de nuestra infancia. Sin dudas una iniciativa genial para llevarla a cabo en el día del niño, pero de una gran falta de respeto hacia los familiares de los cientos de desaparecidos que eran vecinos de nuestro distrito.
Es inaudito que el Gobierno municipal se niegue constantemente a reconocer a aquellos que mantienen viva la memoria de nuestros desaparecidos, y los casos son varios. En el año 1999 una ordenanza estableció la instalación de un monumento a los desaparecidos, pero el municipio incumplió dicha obligación durante 14 años y que sólo fue concretada mediante la voluntad de un grupo de organizaciones que emplazaron dicho monumento a pesar de la desobediencia del Estado municipal de San Isidro frente a la Ley.
Por otro lado, en virtud del cumplimiento de una Ley Nacional y Provincial, y gracias a la presión ejercida por el Frente para la Victoria y numerosos sectores vinculados a los DDHH, el Concejo Deliberante de San Isidro adhirió a la obligación de los Estados a realizar la señalización de todos aquellos lugares que fueron utilizados como centros clandestinos de detención. El lugar en cuestión es el predio que se encuentra en Thames y Panamericana que en aquellos tiempos pertenecía a la Inteligencia Naval, pero que a pesar de la norma de adhesión, el municipio se niega a realizar la marcación correspondiente.
Tampoco podemos concebir que todavía sigan existiendo en San Isidro dos calles que llevan el nombre de Aramburu y Lonardi, dos personas que han sido responsables del golpe militar iniciado en 1955, y que, según muchos analistas de la historia, fue el inicio de la violencia política que tuvo su máxima expresión el 24 de marzo de 1976. Pese a la insistencia de amplios sectores de la comunidad, el municipio protege orgullosos la “memoria” de esos infames personajes de la historia.
Desde el año 2004, el Gobierno de Néstor Kirchner primero y el de Cristina Fernández de Kirchner después, han podido establecer como política de Estado la lucha inclaudicable por la Memoria, la Verdad y la Justicia, fusionando las de todos aquellos que desde esos terribles años enfrentaron al miedo como lo fueron las madres, las abuelas, los políticos sin distinción de bandería, los dirigentes sociales, etc.
Pero los esfuerzos parecen no alcanzar, en algunos lugares la memoria es frágil, tan frágil como para sólo recordar aquellos juguetes con los que posiblemente hayan jugado los nietos que todavía seguimos buscando.
*Concejal de San Isidro