Cuando uno es chico, hasta que tiene cierta edad, es común que sufra los intentos de decenas de miembros de su entorno familar para que se haga de algún equipo grande. Boca y River a la cabeza. Pasar por ese tire y afloje mientras uno no tiene independencia futbolística es una experiencia traumatica. Y más, cuando uno empieza a ser influenciado por ese equipo vestido de azul y rojo de la Zona Norte del Gran Buenos Aires.
Inentendible para muchos. Cargadas de amiguitos que no se explican por qué se elije a ese club que hace veinticinco años no está en Primera. Es que para los que nacimos en los noventa, fue dificil elegir a ese club que nunca habíamos visto en la máxima categoría e incluso casi lo vimos quebrar economicamente.
Pero no importaba. Ese club tiene un no se qué. Algo especial que hace que una vez que te atrapa no lo sueltes más. Y a mi me atrapó ese 27 de noviembre de 2004. En realidad me estaba atrapando desde antes, porque esa campaña la seguí entera con mi abuelo. Pero ese día, con mis tiernos doce años, supe que ese festejo iba a ser el primero de muchos.
Ese dia me declaré hincha de Tigre. Fue mi primer día del hincha Matador sin saber que lo era. Ya no me importaban los títulos, la Primera o lo que fuere. Quería tener esa camiseta azul y roja (o blanca a veces) para siempre. Creo que no soy el unico al que le paso.
¡Feliz Día Universal del Hincha de Tigre!
