Luego del éxito de El patrón: radiografía de un crimen el joven director Sebastián Schindel repite la misma fórmula. Nuevamente convoca a Joaquín Furriel para el rol protagónico de este thriller psicológico que parte de una premisa, cuanto menos, interesante.
En esta oportunidad Furriel interpreta a un artista plástico que está a punto de ser padre. Pero la espera no tiene nada de dulce porque su esposa, una bióloga noruega bastante estricta, comienza a tener cierto comportamiento obsesivo que torna tensa la relación entre ambos. Y una vez que nace el niño todo empeora, claro.
Como ocurría en su anterior película Schindel decide narrar en paralelo dos momentos de la vida del personaje: presente y pasado. La alternancia de tiempos logra un suspenso en crescendo, que llega a su punto máximo con la desesperación que siente el protagonista por la posibilidad de perder lo que más ama, su hijo.
Aunque los climas de tensión y la atmósfera sean producto de una realización impecable, en la nueva película de Schindel aún hay ciertos vicios en los diálogos que tornan inverosímiles algunas escenas. Un epílogo sin mucho sentido y algunas actuaciones poco felices impiden hacer de El hijo una joya del cine nacional. Pero lo bueno es que está el talento de Furriel para bancar la parada y hacernos disfrutar de unos 90 minutos ciertamente inquietantes.
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