El inmigrante no es el culpable de la crisis sino su victima mas vulnerable.

Por Gonzalo Lantaron (*)

En Argentina, cada 4 de septiembre, se conmemora el día del inmigrante por un decreto firmado, por el entonces Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón para recordar la llegada de los inmigrantes al país en recuerdo de la disposición dictada por el primer triunvirato del año 1812 que ofrecía “su inmediata protección a los individuos de todas las naciones y a sus familias que deseen fijar su domicilio en el territorio”.
La historia de la argentina esta consustanciada con la inmigración, somos en gran parte la herencia de los diferentes procesos migratorios de los últimos dos siglos, desde aquella época en que las pasarelas comunicaban a los enormes buques transatlánticos llenos de inmigrantes provenientes en su mayoría de Europa  y el Viejo Hotel de los inmigrantes enclavado a orillas de puerto de Buenos Aires hasta inmigración actual, donde el impulso de las diferentes economías regionales hace de polo de atracción a los habitantes de los diferentes países del nuestra región, el Mercosur. En definitiva  y por repetición histórica la inmigración trae consigo la cultura del trabajo y del progreso, la vocación por superarse en la adversidad.
Del crecimiento sostenido de la economía argentina en la primera década del siglo XXI que rodaba el 9% anual 3 puntos se deben al aporte de la mano de obra inmigrante. A través de la historia podemos ver el aporte de la inmigraciones en los diferentes ciclos virtuosos de la economía argentina, también es una constante que al final de los mismo se escuchen voces que buscan poner el acento y las responsabilidades del decrecimiento económico en las espaldas de los inmigrantes. Ya a finales del siglo XIX Miguel Cané denominaba a la inmigración como la  provocadora de la “Atrofia Moral” dando el marco necesario para la promulgación de la Ley de Residencias. Sin irnos tan atrás en el tiempo, a finales del gobierno de Carlos Menem, en el contexto de una economía en baja, era habitual oír  a través de las declaración del entonces Ministro del Interior, Carlos Corach, que se había extranjerizado el delito en la Argentina, chocnando de frente con las estadísticas de aquel entonces. También se podía ver, en las cada vez más simultaneas huelgas sindicales, a gremios como el de la construcción que enarbolaban banderas con la frase “Trabajo para los Argentinos”, en simultaneo y con certera preocupación los informes del Inadi, como así también de otras instituciones que dedican tiempo y recursos al estudio y monitoreo del crecimiento de la violencia, denunciaban que la xenofobia se encontraba en puesto n °1 del  triste ranking de denuncias sobre violencia y violencia institucional a lo largo del país.

En la actualidad y en el contexto de recesión que atraviesa la economía argentina volvemos a ver con preocupación la insistente vocación de la dirigencia política argentina por cargar en los otros, los de afuera, los problemas del nosotros, los de adentro.

La proporción de población extranjera en el territorio argentino se mantiene en su promedio histórico: Los delitos cometidos por extranjeros, son tan minoritarios como los extranjeros en nuestro país: 6 de cada 100 delitos los cometen extranjeros, 5 de cada 100 habitantes en argentina son nacidos en el extranjero. Entre los extranjeros y los nacionales tenemos la  "misma dosis" de delincuentes. El porcentaje de extranjeros en el territorio nacional mantiene su nivel histórico del  5% sobre el total de la población argentina, en todo caso a lo largo de la historia lo que fue cambiando respecto a la movilidad humana o al fenómeno de la inmigración es la composición de la misma y no la cantidad. Lo que es importante destacar como fenómeno social es  que en los últimos años ha habido una profunda transformación en el horizonte laboral de los que habitan la argentina que los obliga a competir con los puestos de trabajo que antes ocupaba la mano de obra extranjera residente en el país, de todas formas lo que cambio es la calidad de vida de los que habitamos el país, independientemente de lugar donde estos hayan nacido. Creemos que la dirigencia política en lugar de poner el énfasis en la cantidad de delitos cometidos por extranjeros debería poner todos sus esfuerzos y dedicación reconstruir el tejido social y hacer políticas efectivas  contra la inseguridad y la generación de empleo legitimo ya que los números muestran claramente que el inmigrante no es el culpable de la crisis sino su víctima más vulnerable.

(*) Gonzalo Lantarón es Coordinador del Programa de Ciudadanía del Instituto Argentino de Desarrollo y Estudio de Políticas Públicas.