Por: Juan Carlos Dall'Occhio
Era la tardecita del sábado, hace 5 años, cuando el invierno cedía lentamente ante los primeros soles de la primavera. Tigre y Quilmes no se enfrentaban hacía ocho años por falta de coincidencia de categorías. En aquella oportunidad, se daba porque el cervecero volvía a la Primera División; y después de mucho tiempo su hinchada salía del Centenario ya que en la B se había prohibido antes el público visitante. Corría la cuarta fecha del apertura 2010, la hinchada cervecera se acercaba desde temprano al mítico Don José Dellagiovanna. Los medios partidarios entrevistando a sus hinchas sobre la avenida Libertador donde se jactaban de visitar una “cancha fácil”, de tener “una victoria asegurada”, o afirmar que “a Tigre lo tenemos de hijos” entre otras subestimaciones… pero en sus declaraciones se dejaba entrever la felicidad de volver a enfrentar a un rival de jerarquía. Ellos venían de dos empates y una derrota, todos jugados en su cancha porque Estudiantes hacía de local allí. Nosotros veníamos de tres derrotas, y en el banco se acomodaba nuevamente Caruso Lombardi.
El partido lo ganó Tigre 3-0 con goles del Flaco, Cachete y Tracagol, sin sobresaltos, con contundencia y superando al rival. Pero no lo ganó solo por eso. Lo ganó con la actitud desde el primer minuto, dejando todo, haciendo pesar la localía que tan bien nos cae. Tigre hizo un torneo de 25 puntos, que lo clasificó a la copa sudamericana, tuvo al goleador del torneo por primera vez en su historia en primera división Stracualursi, y le ganó en la recta final del campeonato ni más ni menos a quien fuera campeón de ese torneo y de la copa libertadores Estudiantes de La Plata. Quilmes no hizo pié, y entre problemas dirigenciales, en el plantel y en su hinchada se fue a la… B.
La historia se sigue escribiendo. El cervecero comprendió que las cosas había cambiado, que es cierto que históricamente es un rival que nos ha costado, pero el gigante había despertado y la sucesión de aciertos, triunfos y buenas gestiones de técnicos y jugadores nos ubicó en otro lugar, en un lugar de privilegio que hoy nos mantiene como el poderoso Tigre de Victoria, acechando en su tierra ansioso por devorar a cualquier presa que lo visite y bajarlo con cerveza.