Habiendo visto a Tigre en canchas peladas del ascenso, jugando contra equipos que hoy uno si se acuerda y habiendo estado en las malas de verdad, sería injusto reprochar una serie partidos sin resultados positivos. Pero hay algo que incluso habiendo estado por descender a la Primera C, nunca faltó: actitud.
Lo que se vio el otro día en Victoria, frente a toda la gente, fue algo que pocas veces sucedió. Un equipo apático, sin ganas, que no corría ni siquiera cuando el rival tenía la pelota y caminaba con ella. Uno puede tolerar malos partidos, que a veces se juegue mal, que las cosas no salgan, que la pelota no quiera entrar. Pero lo que nunca se puede tolerar es la quietud. Que la hinchada tenga que reclamar y protestar por la falta de presión. Eso no se acepta en ninguna categoría.
Y no piensen que escribo esto porque se perdió de local frente a Defensa y Justicia, equipo con el cual no se perdía desde el 2002. No, hubiera escrito lo mismo si el rival hubiera sido River, Boca o el Barcelona. No crean que me acostumbré a codearme (al igual que ustedes) con los grandes de Primera y una derrota así es humillante. Para nada, lo que humilla es que se hable de un equipo apático, que fue uno de los peores partidos que se tengan recuerdo.
Así que, si bien van tres fechas y este texto es más bien un descargo que un reproche, ruego porque Tigre tenga un rumbo, una función en cada partido, una identidad. Y como dijo Bielsa una vez: “que el esfuerzo sea innegociable”