OPINIÓN. Por Darío Guadalupe
En Tigre somos hijos del rigor, no quedan dudas. Aún en este presente, nos da miedo encontrar motivos para ilusionarse con el ascenso en apenas cuatro partidos disputados. Pero, si el año pasado con el equipo dando pena se mantenía esa esperanza con la chance del reducido post cuarentena, ¿cómo detenemos la cabeza imaginando el ascenso ahora?
No hay que detenerse en los tres triunfos seguidos con valla invicta incluida, ni siquiera en los tres penales consecutivos, que de tan mal acostumbrados que estamos, parecen favores excesivos (aclaro que, al menos yo, considero a los penales bien sancionados), porque todo esto es consecuencia de algo simple: Tigre está jugando bien.
Si, es raro decirlo. Por eso lo repito: Tigre juega bien. Es algo que no nos permitíamos decir desde el inmortal equipo que casi se salva del descenso y luego se toma revancha logrando la primera estrella. Por eso, esperamos a ver qué tanto podía mantener la racha el equipo para poder asegurar esta verdad.
La principal diferencia está en lo físico. Los once jugadores que salen al campo se comen al rival desde el primer minuto. Tendencia que se repitió en los tres últimos partidos y que con Belgrano no se dio por una simple cuestión del debut. Pero cuando Tigre supo que puede, se animó.
Y ese dominio se traduce en un buen manejo de pelota de parte de jugadores que están con confianza. Refuerzos de buen pie como González Metilli y Tomás Fernández, que se sumaron a la llegada de la pieza clave que es Menossi. Arriba están Protti, que cada vez se siente más cómodo, y Magnín que, a este ritmo, está llamado a ocupar un lugarcito en el corazón de los hinchas tigrenses.
Y los de Victoria llegan, generan peligro, exigen y obligan al rival. Falta definir los partidos de entrada, no darle chances al contrario, por más disminuido que esté. El partido ante Estudiantes de Río Cuarto fue una alerta, más allá de ganar un partido que en otro momento no se ganaba.
En Martínez, el nuevo DT, se nota trabajo, compromiso y planificación. Las dudas sobre su llegada y su falta de pergaminos de a poco se empiezan a despejar al ver que conoce este mundo que es el ascenso. Sabe cómo plantear partidos y ubicar a los jugadores en base a una idea. Ahora no queda otra que confiar. En cuatro fechas, ya nos compró.
Y claramente que, al escribir estas líneas, me surgen los fantasmas de que esta racha sea algo pasajero. Que todo este análisis quede en la nada si Tigre pierde el próximo partido. Es inevitable. Así somos. Porque ahora jugamos con Temperley en el Beranger y vaya si ese combo nos ha complicado.
Pero no queda otra. No queda mas que seguir bancando esta relación tóxica. A seguir aferrándose a una nueva maldita ilusión.