Diciembre fue un mes de estrenos inciertos. Es verdad que en esta época del año el interés del público no está puesto particularmente en el consumo de bienes culturales. Tal vez por eso se explica la abulia en la propuestas cinematográficas de este ultimo mes. Frente a este panorama una película coreana aclamada en Cannes parecía a priori un oasis. Pero como sucede en todos los grandes desiertos, los espejismos abundan y suelen desilusionar.
“El día después” es la historia del dueño de una editorial que se enamora de su joven secretaria. El conflicto se basa en que no desea abandonar a su familia para hacerse cargo de sus sentimientos. Todo se enreda aún más cuando su secretaria lo abandona y decide reemplazarla por otra tan joven y bella como la anterior. Esta situación no hace más que evidenciar la crisis de un hombre maduro, la cual oscila entre el deseo de juventud y la inconformidad con la realidad.
El resultado cinematográfico es poco feliz. Todo sucede a un ritmo extremadamente lento. La cámara busca a los personajes por medio de paneos y zooms como si se tratara de un programa televisivo. La sensación general es la de estar espiando conversaciones típicas de amantes en “Gran hermano”. Sin embargo deja alguna que otra reflexión interesante y se destaca una utilización poco frecuente de las elipsis temporales, dandole al relato ciertas sorpresas.
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