El té es una infusión particular porque ha marcado parte de la historia política y cultural de la humanidad, como objeto de intercambio y disputa simbólica. Su popularidad se ha extendido por los cinco continentes convirtiéndose en la bebida social más apreciada en todo el planeta. Desde 2005 se celebra el 15 de diciembre el Día Internacional del Té, fecha en la que los principales países productores –como China, India, Sri Lanka, Kenia, Turquía, Indonesia, Vietnam y Japón– promovieron sus múltiples beneficios con el fin de revalorizar esta bebida milenaria.
Para conocer más acerca de esta infusión y sus variedades, conversamos con una de las mayores especialistas de té del mundo, Inés Bertón. Es Tea Blender y creadora de Tealosophy, Intizen y Chamana, marcas que resignificaron el ritual de tomar el té.
-¿Cuando nació tu pasión por esta infusión?
-Hace más de 20 años, empecé estudiando como perfumista en el sur de Francia, a los 21 años me fui a Nueva York a trabajar para un museo, en la parte de abajo era una casa de té fantástica y siempre combinaba mi té, la gente al lado mío se terminaba pidiendo lo mismo. Trabajando allá en una compañía pasaba mucho tiempo en las plantaciones de Sri Lanka, el noreste de India, estuve en contacto con la cultura japonesa, donde aprendí el arte del blending que sumé a mi base de perfumista. En 2001 arrancamos con Tealosophy, después vino Intizen, Chamana y hoy diseño para muchas marcas de afuera también.
-¿Por qué se celebra el té a nivel mundial?
-No le presto mucha atención a las fechas, pero el té se celebra todos los días, es la única bebida que lleva una de las cuatro comidas del día. La hora del té en cualquier parte del mundo es siempre a las cinco de la tarde. Para nosotros el té es un latido, me despierto con una tetera panzona y humeante, mientras trabajo siempre hay alguna taza dando vueltas, está en la diaria.
-¿Cómo ves el consumo a nivel mundial y en nuestro país?
-El té es el segundo producto más consumido después del agua, hay una tendencia clara de crecimiento del consumo. Lo que cambian son las variedades, hoy por ejemplo vemos mucho más el té verde que años atrás no se consumía. El consumo en Argentina ha cambiado muchísimo, hace 17 años cuando empezamos con Tealosophy, hacer un té verde con manzanilla y cascaritas de naranja era algo nuevo. Hoy ya es cotidiano, nos hemos instalado en el mercado en las principales casas y hoteles. Lo que veo es que mucha más gente joven consume té, chicos de 17 años que ya se fanatizan y eso es lindo.
Hay más un crecimiento en el interés, a la gente le gusta elegir. Nuestra premisa fuerte en Tealosophy es menos paquete y más producto. Nos interesa 100% la cosecha, la denominación de origen y de la planta a la taza. Estamos detrás de cada cosecha, fijándonos que nuestras especias provengan de Birmania, que la canela venga de Sri Lanka, los frutos rojos de la Patagonia y que la verbena venga del sur de Francia. Nos interesa hacer un té honesto.
-¿Qué aportan los nuevas variedades como chai, té verde o helado?
-El té dejó de ser solo un horario, no tiene fronteras, es parte de la vida cotidiana. No creo que sean modas, los chais son clásicos, llegaron para quedarse.
-¿Te considerás una sommelier de té?
-Mi trabajo es más como el enólogo, estoy en la producción aunque también armo cartas, eso es algo que termina pasando. Mi verdadero trabajo es saber seleccionar las cosechas y crear un nuevo blend. Hay blends que nacen en un momento que los estoy buscando, se crea primero una idea, un concepto.
-Considerando que sos vecina de San Isidro, ¿qué recomendación en la zona nos podés dar?
-En Tigre hay un lugar que me encanta que se llama Boulevard Saenz Peña, en las Lomas de San Isidro voy a Convite, donde tiene un jardín mágico y Lulú Market me parece acogedor. Todos los lugares de la zona tienen algo de casero que me gusta mucho.
-¿Cuál es tu té opíparo?
-Hago un blend que se llama Indian Delight, una fusión de Oriente y Occidente. Más unidos y menos partidos, cuando uno hace un buen blend cada ingrediente tiene que estar unido. Tiene peras de otoño con ramas de canela, jengibre y pimienta. Es sumamente cálido, una versión de un chai que tiene otro encanto y siempre que lo tomo me reconforta.
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