La política inundada

La inundación, la política y los discursos. La necesidad de participar.



La inundación, la política y los discursos. La necesidad de participar. Por Ariel Gómez Barbalace





Por Ariel Gómez Barbalace

Qué nunca antes llovió así, qué el cambio climático, qué la tala de los bosques. Qué en cuatro años resuelvo el problema, qué ahora no me dejan, qué no ejecuta el presupuesto, qué nunca está. Qué tenemos el mejor equipo de emergencias, qué los sumideros estaban sucios, qué la falta de gestión, qué esto pasa en Europa.

La política inundada, ahogada, asfixiada, con palabras irrelevantes, con gestos pequeños de dirigentes pequeños, con falta de respuesta y credibilidad.

La política, ese quehacer sobre lo público, carente de actores que la dignifiquen otra vez. Y una vez más, reclamando una mayor participación. Reclamando que no se la reduzca a la obscena mezquindad de quienes la ejercen hoy.

Un espectáculo pobre, un gran bonete repetido, una lluvia de palabras que esconden, eluden, maltratan.

Y del otro lado, espectadores indignados. Con una indignación justa y con la responsabilidad de seguir mirando lo que pasa a través del televisor, como si nada tuviéramos que ver, como si nada tuviéramos que hacer.

Y entre tanta palabra humedecida y degrada nos quedan claro alguna pocas cosas: que las muertes eran evitables, que tanta cantidad de agua ya no puede ser sorpresa, que si no hay solución para estos fenómenos climáticos hay formas para que no sean siempre una catástrofe. Que nuestra sociedad nos exige mayor participación y compromiso con lo público, con lo político. Que los dirigentes de hoy no alcanzan, y la indignación tampoco.