1965, domingo por la mañana. Un nene sentado a mitad del living frente a la t.v, la música comienza a sonar… Martin Karadagian… se repite en el aliento de los espectadores y sus pequeños puños aprietan excitación. Algún día crecerá, quizá ponga una ferretería o se convierta en abogado, no sabemos, pero lo que es seguro es que durante las comidas delante de sus hijos simulará en poses y contorciones (cachacas can…me decía mi viejo) las escenas de los que desde ese momento y hasta siempre quedaran en su memoria. Pero por ahora solo espera, espera la música y aprieta los puños cortando el aliento hasta que los exuberantes luchadores salgan a escena.
2019, martes por la tarde, Boulogne. En la puerta de una fábrica de textiles abandonada, sobre la avenida Ader, un hombre de bigotes añejos y chaleco rompe vientos, alterna para ambos lados la mirada. A su lado, un pizarrón tiene escrito en tiza de color “Escuela Los Colosos de la lucha” entrenamiento martes y jueves de 18 a 21 hs.
Posters y gigantografías, campeonatos desde México a Pompeya estampados de personajes magníficamente adornados: “Dimitri El gladiador”, “El indio Machuca” y todo un séquito de luchadores cuelgan de las viejas paredes gloriando el ring.
Cachacas can… se me viene a la cabeza y pienso en mi viejo.
El chico se impulsa lanzándose contra el gigante, da una vuelta en el aire y el estruendo de la caída rebota en el espacio. "Toca la cuerda, toca la cuerda" se escucha desde una esquina, "más blando, apoya el brazo primero. Mirá así..."
El hombre con el cuerpo alerta escucha los segundos desde la esquina del ring y dispara, un trompo a gran velocidad en el aire cabeza abajo, el gigante absorto, y un movimiento preciso, certero, dos toques, lo derriban. Los aplausos extasiados crecen desde el suelo llevándose la atención de esas mujeres que toman mate en el fondo.
"Lo conoces a Dimitri?" Me dice, y aquel hombre del trompo con músculos curtidos y rostro amable me extiende la mano.
Como muchos chicos en ese tiempo Dimitri (El Gladiador) y su hermano Leonardo (La Hiena Machuca) se juntaban en lo de un vecino que tenía televisor a mirar por Canal 9 las luchas de El Caballero Rojo, Mr. Moto, la Momia y todos los Titanes del Ring. Sin jamás imaginar, que algún día se encontrarían del otro lado de la pantalla.
Pasaron años y el fulgor de Titanes junto con la infancia de los hermanos Garcilazo se fue disipando entre la crudeza de la adultez. Sin embargo un día, casualidad o destino, Leonardo se preparaba como fisicoculturista en un gimnasio de Vicente López cuando ve en un pequeño papel pegado con cinta scotch que Alejandro Rodríguez, Mr. Moto, abría una convocatoria para la búsqueda de nuevos luchadores.
“En esa época todavía se luchaba en un domo de judo, te caías y te raspabas todo” me dice desplegando su grosso brazo. “Me acuerdo que nos presentamos como 25… quedamos 3. Desde ahí nunca pare, me fui formando cada vez más, creciendo”.–
Dimitri y Leonardo Garcilazo tuvieron su primera lucha profesional el 19 de noviembre de 1977 en un pequeño gimnasio. Al año siguiente fueron invitados para reemplazar a una dupla de hermanos que participaba de Titanes en el Ring en una gira por La Rioja y en 1983, su maestro Alejandro Rodríguez los invitó a participar de “Colosos de la lucha” que sería solo el comienzo de su aparición en la pantalla. Los hermanos fueron creciendo cada vez más como luchadores y en sus interpretaciones, pasando por diversos personajes hasta que en 2003 fundaron la escuela “Los Colosos de la lucha” que se encuentra en Av. Ader 305, Boulogne.
"Aunque no mucha gente lo sepa ¡Acá siguen entrenando los Titanes!"
“Antes, cuando estaba de intendente Melchor Posse (conocido fanático de Titanes en el Ring), se cortaba la calle y se armaba la lucha ahí mismo… a la gente le gustaba mucho, era una manera de reunirlos” dice Machuca, el indio, sin sacar su mirada del entrenamiento y vuelve a subirse al ring.
Mientras caminamos Dimitri me habla de la escuela, los campeonatos mundiales y locales en los que participan, los shows de lucha y los actos solidarios que llevan adelante. La escuela “Los Colosos de la Lucha” es además conocida en el barrio por sus shows a beneficio.
El hombre de bigotes (réferi y también socio de los hermanos Garcilazo) condimenta la historia entre pitada y pitada.
-¿Sabes quién es él?- El hombre al que se refiere imita la pose de su personaje en el poster y reconozco a Terminador.
– ¿Hoy entrenas?- Le dice Dimitri en un juego de manos.
-No, todavía estoy medio jodido de la rodilla.-
Vestidos de civil (bolso en mano) como marea en atardecer más luchadores van llegando. Se desvisten de su jornada laboral, escolar; cuelgan el título en la entrada (como dice el referí) y se adentran en el galpón.
“Existen diferentes estilos de lucha, está la de México que es más rápida, más ágil, la Yankee donde hay menos conexión física. Acá tenemos la nuestra que tiene mucha influencia del estilo de Titanes en el ring. A nosotros se nos conoce en otros lados porque pegamos fuerte… para que parezca más real. Para pelear tenés que aprender a moverte, saber golpear y recibir, el contacto, las caídas. El ruido del golpe son las manos, es actuación. Yo lucho escuchando al público. Hay que aprender a actuar porque es un show. Después cada uno elige su música con la que van a entrar, va creando su personaje, la forma en que se mueve, el carácter que tiene, como se viste. Todo eso hay que practicarlo también para que no le tiemblen las patas cuando entra”.
“Este lugar es un semillero, de acá salen luchadores para todo el país y para afuera. La gente piensa que no estamos porque no se relacionan tanto con el ambiente, pero esto sigue, hacemos shows… ahora nos toca uno en Escobar. Aunque no mucha gente lo sepa ¡Acá siguen entrenando los Titanes!”.
Así como un rumor que brota desde el Tártaro del suburbano, los Titanes siguen reuniéndose y luchando como antes lo hacían. Nuevas generaciones se suman a un deporte performático que reivindica los valores solidarios y el compañerismo.
¿A que no sabes en donde estuve? Tipeo apenas cruzo la puerta, y apretó enviar.
La Escuela los Colosos de la lucha: Martes y jueves de 18 a 21 hs. Av. Ader 350, Boulogne. Martes y jueves de 18 a 21 hs.
Texto: Rocio Desimone / Fotos: Mariano Balzano