Nicolás Artusi es periodista, escritor, conductor de radio y un amante del café gourmet. Hace diez años que se desempeña como sommelier y en Opípara lo entrevistamos para que nos revele el secreto del mejor café, el consumo de los argentinos y la difusión de la cultura alrededor de esta deliciosa bebida.
-¿Cómo te iniciaste en el mundo del café?
-Siempre trabajé como periodista, pasé muchos años dentro de la redacción de un diario y ahí la parada a la máquina de café del pasillo era como una especie de peregrinación. Siempre me gustó contar historias y en algún momento supuse que había una gran historia que todavía no había sido contada alrededor del café. Este año cumple 10 años mi faceta de sommelier de café, es como un alter ego que lo que busca es crear una cultura del café y sobre todo interpretar la bebida. Hasta ahora el café se interpretó como un commodity y en realidad es una bebida que tiene muchísima historia, vinculada a las guerras, conquistas y rebeliones, y sobre todo en nuestro continente.
-¿Qué opinás acerca de esta celebración a nivel mundial?
-Siempre es una buena ocasión celebrar el café, en este caso hay varios días alrededor del mundo. Creo que es una buena oportunidad de la Argentina para replantearnos la calidad del café que tomamos y la cantidad. Tomé como una misión personal crear cultura de café a lo largo de los años, más que nada desde el punto de vista periodístico y cultural a través de mis libros. Transmitir la idea de que es posible tomar un café de mejor calidad y encontrar en la taza un montón de aromas y sabores que no están presentes y que pareciera que no tuviéramos derecho a exigir, eso conllevaría a un aumento de la cantidad.
-¿Cómo es la recepción del café en nuestro país?
-En los últimos años explotó la burbuja cafetera en Argentina y no solo hay grandes cadenas multinacionales, sino también cuevas de café, pequeños reductos especializados en el café gourmet, sin embargo el consumo se mantiene estancado desde la década del ´70: un kilo de café por habitante durante año.
“A los argentinos nos encanta decir que somos muy cafeteros, pero la realidad es que tomamos muy poco café comparado con otras regiones del mundo”.
-¿El estilo “Latte Art” es una manera de introducir a la gente en el café o responde una mera estrategia de ventas?
-Todas las variedades de café preparadas con leche son maneras de introducir a un nuevo segmento del público al mundo del café. Hay distintas manifestaciones de la cultura del café que se van multiplicando primero en el mundo y después también en nuestro país y el Latte Art responde a esa lógica. Un día como este nos plantea el desafío de mejorar muchísimo la calidad, sobre todo por parte de las grandes empresas. Y después ver si la ampliación de los públicos se traduce en un aumento del consumo. A los argentinos nos encanta decir que somos muy cafeteros, pero la realidad es que tomamos muy poco café comparado con otras regiones del mundo.
-¿Cuál sería un café ideal para cada momento del día?
-Para la mañana preferiría un café doble, sobre todo porque cuanta más agua tenga el café más se activa la cafeína y a la mañana necesitamos esa inyección de energía. Para el final del almuerzo, el café funciona como souvenir, es lo último que te llevas y tomaría un ristretto concentrado, potente, bien corto para que no compita con la comida. Como la merienda es la más indulgente de las cuatro comidas en la cual tanto los chicos como los grandes se permiten un gusto extra, me tomaría un café con leche, flat White, algunos de esos latte decorados con dibujos insólitos, para agregarle un dulzor y de paso incorporar algún elemento lúdico.
-¿El tipo del grano o los diferentes filtrados son los indicios de buen café?
-Hay múltiples variables y se combinan entre sí, desde la procedencia en distintas zonas del mundo, el tipo de tueste, molido, si se le agrega leche o la máquina con la que se hizo. Hay tantas variables en el universo del café que eso es lo lindo y deseable.
-En el último tiempo se estuvo dando una proliferación de ferias de café, ¿esas iniciativas contribuyen a la difusión de la cultura alrededor de la bebida?
-Todo lo que implique multiplicar las experiencias y acercar el café al público más allá del punto que es la cafetería, me parece que está bueno y suma.
-Sabemos que conservás las etiquetas de todas las variedades que probaste, ¿hoy en día cuántas marcas contiene esa colección?
-Tengo muchas, no las conté. En un momento me agarró como un ataque de limpieza y tiré todas y hace unos meses pensé en reiniciar el valor testimonial de los cafés que había tomado. Ahora están guardadas ya no en un álbum sino en una especie de caja de lata que me traje de Londres. Me gusta la idea de conservar ese testimonio que te invita a recorrer el mundo a través del café, viajar alrededor de la taza.
-¿Cuál sería un café “opíparo”?
-Cualquiera pensaría que el café con leche, naturalmente porque el lácteo te completa. Pero para mí el que satisface toda mi ansia cafetera siempre es el expresso, bien corto, concentrado, aromático, potente y sobre todo al tener tan poca agua, tiene muy poca cafeína, lo cual me permite tomar muchos por día. El café que me deja opíparo es el que me habilita la promesa de tomarme otro ni bien termine el que estoy tomando.