No llores por mí, Inglaterra es una insólita parodia que mezcla fútbol, política e historia. La nueva comedia del director de Pájaros volando pone el fútbol en el centro de la escena de una sociedad que comienza a nacer.
Durante la época colonial, los ingleses invaden nuestro territorio y para distraer a los criollos nos regalan un hermoso y novedoso deporte: el fútbol. La idea de los generales británicos es mantener al pueblo entretenido hasta que lleguen sus refuerzos. La película, siempre en tono bizarro, se debate entre la autenticidad de la pasión por este juego y el negocio que significa tan valioso espectáculo. En el medio queda la esfera política, que especula con las cortinas de humo típicas del circo romano. Cualquier similitud con la realidad de nuestro querido país libre y soberano es mera coincidencia.
Aunque algunos gags no son tan efectivos, la película desarrolla a una idea interesante. Los momentos más humorísticos llegan de la mano de Diego Capusotto, que personifica a un director técnico excéntrico y apasionado.
Gonzalo Heredia, Mike Amigorena, Matias Martin y la presencia de algunos ex futbolistas como Cavenaghi y José Chatruc completan este elenco de pintorescos personajes.
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