Majd y Madlen Abu Hambra, los dos de 24 años, nacieron y crecieron en Sweida, al sur de Siria. Hace un año, cuando comenzaron a ser víctimas de los bombardeos en la región, decidieron irse. Y hace tres semanas arribaron al país y se instalaron en San Fernando. Mariano Winograd (60), un argentino y nieto de inmigrantes judíos polacos, fue su “llamante”. Él asegura que las noticias que llegaban desde la tierra de Majd y Madlen le recordaron a sus abuelos, que escaparon de una Europa devastada por la Primera Guerra Mundial en la que eran perseguidos, y que fue con esa carga emocional que decidió ayudar a los refugiados sirios.
A Winograd ellos le dicen “Mr. Mariano”, “Safaryal” (membrillo en árabe, una de sus comidas preferidas) o “Baba”, por papá. “Me ven como un padre y yo a ellos como mis hijos. Ya son parte de mi familia”, agrega. Les dejó su departamento de San Fernando, “por un tiempo, hasta que se acomoden”, y se mudó con su novia a Tigre.
Si bien ya empezaron un curso intensivo de español gratuito –dos veces por semana, en el Centro Universitario de Idiomas– todavía no se defienden en castellano. A pesar de esto, ya salen sin compañía. “Van a las clases solos, en tren de Virreyes a Retiro y luego se toman un colectivo. También viajan por su cuenta a Tigre, donde comenzaron con un emprendimiento gastronómico”, suma Mariano.
“Hola”, “gracias”, “qué tal”, “1-2-3-4-5”, “plata”, “agua”, “tren”, “Retiro”. Con esas palabras, algunas señas y la infaltable SUBE, la pareja ya recorre Buenos Aires.
Ella es profesora de Historia y él contador, pero por las limitaciones con el idioma, por ahora, se dedican a cocinar manjares de Medio Oriente, que venden en una rotisería. “Hacemos yabrak (niños envueltos), fattoush y tabule (dos ensaladas típicas), y Uzzi (un plato a base de arroz)”, dice Majd mientras saca de la alacena y exhibe varias bolsitas de colores con “Barat” (condimentos).
Dicen que extrañan, pero que están felices con el cambio. Que con sus familias –ambos dejaron en Siria a padres y hermanos– se comunican por WhatsApp casi a diario y que les gustaría tener un hijo argentino. ¿En cuánto? “En un año”, dice él. “En dos”, corrige ella. Según Winograd, los parientes tuvieron mucho que ver con su partida ya que “debieron vender una casa para pagar los pasajes”.
Refugio Humanitario Argentino
Mariano Winograd está al frente de Refugio Humanitario Argentino, una asociación informal que busca traer al país a 15 familias sirias que viven en la ciudad de Alepo, una de las más golpeadas por la guerra. Lo hacen a través del programa de visado humanitario. “Me enteré del programa por medio del embajador argentino en Siria, que era compañero mío de la facultad”, cuenta Winograd. Fue justamente el embajador su nexo con Majd y Madlen. Ya consiguió llamantes de varias provincias, que están dispuestos a acompañar a los refugiados en su inserción. “Sin embargo, necesitamos más voluntarios y, además, fondos para cubrir los aéreos ya que, en estos casos, son personas muy humildes y no pueden pagarlos”, explica Winograd. Para colaborar y conocer más sobre la iniciativa, se puede ingresar a www.refugiohumanitario.com.ar.