Es domingo a la tarde, pero ya se ocultó el sol y en la equina de avenida Maipú e Yrigoyen hace frío. Entrar a Víctor, más que nunca, se vuelve una sensación placentera. Después de largas obras para su reconstrucción, la calidez sigue estando intacta en la nueva iluminación del salón, en las terminaciones de los muebles de madera y, por supuesto, en los aromas que barbijo mediante entran y traen a la memoria recuerdos de las veces que uno se sentó repetidamente en aquel lugar, en familia o con amigos.
Ahora, el lugar luce renovado, las mesas son las de siempre, también en madera, pero se agregaron nuevos bancos, y se refaccionó por completo su frente. De la cartelería con fileteado tradicional en su tipografía, la pizzería pasó a tener un cartel con una luz roja, que reza "Victor, pizzería desde 1956".
Otra cosa que se mantienen intactos son los cuadros que recuerdan lugares históricos de Vicente López, con viejos paisajes añosos: la estación de Olivos, calles de adoquines, una extensa avenida Maipú, entre otras. "Faltaría una del 161", bromea el maestro pizzero desde adentro de la cocina.
Es que a principios de abril, un colectivo de esa línea enmudeció a las pocas personas que estaban adentro de la pizzería. Un estruendo rompió el silencio de la noche en la esquina de Víctor. La imagen siguiente fue impactante, el imponente vehículo que se encontraba adentro del local y milagrosamente sólo produjo heridas en una de sus dueñas, aunque provocó la rotura de todo su frente.

Al entrar al "nuevo Víctor" nos recibe Ricardo Núñez, dueño de la pizzería y quien le pone el cuerpo de martes a domingo a su funcionamiento junto a los empleados. Tiene todo preparado para comenzar a recibir a sus comensales desde las 19.30, pero todavía queda un rato para poder charlar. Mientras nos sentamos en una de las mesas, él termina con los pedidos a los proveedores y pone a punto el lector de los códigos de las aplicaciones de envíos, algo a lo que tuvo que adaptarse en medio de la nueva época pandémica, donde el delívery y el take away fueron la manera de subsistir a la crisis.
Pese a las adversidades, la familia Núñez se repuso y volvió a recibir a sus clientes. "Reabrir después de todo lo que pasó es un desafío muy grande. El año pasado hubo nueve meses durísimos. Todo marzo estuvimos completamente cerrados, después pudimos hacer algo de delívery: arrancamos con cinco o seis pedidos por noche. A veces diez. Estábamos sólo el cocinero y yo, y nos hacíamos todos los días la pregunta de si volvíamos a abrir. Así nos pasamos el año pasado, hasta septiembre, cuando la gente empezó a animarse a salir, y la cosa estaba mejor. En el verano de 2021, repuntamos. Se puede decir que al nivel del verano de 2020", recapitula Ricardo sobre lo que vivió por las restricciones en la charla con QUE PASA.
En medio de ese repunte económico, la pizzería se preparaba para encarar el fin de semana largo por Semana Santa, pero mucha gente optó por irse, y en la noche del viernes 2 de abril en la esquina de Maipú e Yrigoyen había pocos clientes. Cerca de la medianoche, recuerda Ricardo, comenzaron a levantar las mesas de la vereda, minutos antes que tras una maniobra imprudente de un Audi negro, el colectivo que circulaba en dirección a Panamericana se metiera dentro del local.
"Fue muy duro. Estaba caminando hacia el interior del salón cuando sentí la explosión atrás mío. A partir de ahí fue todo polvo, no se veía nada. Mi esposa fue la más sufrió el impacto. Quedé paralizado. El frente del colectivo estaba adentro del salón y pensé que había perdido a mi mujer, porque no la veía", relata con los ojos empapados de lágrimas y explica que tras el accidente, Ana María sufrió la rotura de varias costillas y un corte en el labio.
Destaca inmediatamente la labor de los bomberos, la policía, el SAME y el personal de Defensa Civil, pero también el apoyo de su familia tras el choque, el cariño recibido de los vecinos y la ayuda del Municipio. "Estuvieron en un minuto. Sacaron a mi esposa. Ella ahora está bien, se recuperó, pero todavía estamos shockeados y nos cuesta tocar el tema. No sabíamos qué hacer y en qué iba a terminar. La familia fue fundamental, con ellos dijimos que lo íbamos a sacar adelante y que íbamos a volver a ser la Víctor de antes. El amor de los vecinos ayudó mucho. A los dos días que pasó el accidente, apareció un cartel que decía 'Vuelvan los amamos' y otro que nos agradecía. Eso te mueve, te sacude y dimensiona lo que significa este lugar para ellos tanto como para nosotros", expresa a este medio Ricardo, mientras los primeros clientes empiezan a entrar en el salón y lo felicitan por la reapertura.
"El Municipio estuvo desde el principio. A las 48 horas me vinieron a ver y me ayudaron en todo: permisos de obra, habilitaciones, desde lo económico. Ahora hablamos para ver si puede colocarse una protección en la esquina como las que hay en muchas intersecciones transitadas en Munro, Puente Saavedra o en el bajo de Vicente López", cuenta.
"Ahora como un escape, cuando viene un 161 con algunos empleados hacemos algún comentario, o intentamos reírnos de la situación, pero es complejo. Mi esposa, contrariamente, cuando ve venir un colectivo se da vuelta. Ella quedó abajo del paragolpe. Lo mismo pasa cuando suena la alarma del cuartel de bomberos, que lo tenemos a algunos metros, se nos hace inevitable pensar en ese momento", dice.
Entre idas y vueltas al mostrador, la conversación invita a repasar anécdotas personales que se viven en tantos años al frente de una de las pizzerías más renombradas de la zona norte. Cumpleaños con los empleados, personas que vienen desde Ushuaia por una fugazzeta rellena, choferes de líneas de larga distancia que pasan por su pizza para el viaje camino a la costa, o parejas que se conocieron, y luego volvieron a celebrar su aniversario vestidos como en su casamiento, para sacarse fotos con una porción de napolitana.
El salón empieza a llenarse, con los protocolos de distanciamiento y con el aforo correspondiente, y va siendo momento de terminar el encuentro. Todos los que entran saludan a Ricardo y destacan las novedades estilísticas. "Cuando abrimos el viernes, muchos vinieron y nos abrazaban, nos decían que venían a comprar porque nos extrañaban y para ayudarnos por todo lo que pasamos", valora y añade que "quizás estéticamente no es la Víctor de antes, porque muchos de los materiales con los que estaban hechas las terminaciones no pudimos conseguirlos, pero la buena onda, los códigos de la pizzería y la esencia van a seguir estando siempre".

La pizzería fue fundada en 1956 por un empresario y un maestro pizzero. Domingo Manzzuetto era dueño de una fábrica de acero inoxidable que se dedicaba exclusivamente a la fabricación de cuchillos, y decidió incursionar en el negocio de las pizzas junto a su primo, el pizzero Víctor Armellini: de allí el nombre.
Víctor es más que una de las mejores fugazzetas rellenas de la región (hay quienes dicen que la mejor). Es un cúmulo de historias y un anecdotario que hace 64 años está de pie en la esquina de Yrigoyen y Maipú, y que desde el viernes, abrió de nuevo su puertas, dice Ricardo, "porque atrás de esto hay muchas familias que trabajan, y eso hace de este un lugar cada vez mejor".
