Días atrás, en la intersección de Miguel de Azcuénaga y Adolfo Alsina, en el bajo de Vicente López, encontraron sin vida a Eduardo Ceballos, un hombre de 55 años que vivía en la garita de esa esquina y fue encontrado incinerado dentro de ella. El principal acusado por lo ocurrido confesó su intencionalidad de comenzar el fuego, pero aseguró que no quiso matar a nadie ante las autoridades.
Por el crimen de Ceballos hay un detenido, un conocido de la víctima, de 44 años. Cuando lo apresaron, confesó el hecho. “Sí, yo fui el que le incendié la casilla a Eduardo”, lanzó no bien lo cuestionaron por el encendedor que tenía entre sus prendas pese a que no era fumador, de acuerdo a lo que informó Infobae.
El sujeto agredido usaba como vivienda una garita en esa esquina, pero fuentes de la investigación aseguraron a este medio que "no trabajaba como garitero, aunque era conocido de los vecinos". Los motivos de la agresión que culminó con la muerte habrían sido una discusión por política.
Además, fuentes del caso informaron que un testigo dio el dato de que cerca de la 1.30 había escuchado una conversación fuerte. La información la completaron las cámaras de seguridad de la zona. Los investigadores pudieron ver a un sospechoso llegar al lugar. Las imágenes del hecho notaron que ese hombre tras permanecer un rato en la garita, se fue.
El agresor que se encontraba en la misma situación vulnerable que la víctima tenía dos celulares en su poder cuando lo revisaron los policías frente a los testigos, también un encendedor, pero no había indicios de cigarrillos entres sus prendas. Y entonces habló sin saber que había matado a alguien: “Sí, yo fui el que le incendié la casilla a Eduardo”. Luego, agregó: “Tuvimos una discusión por política y le incendié la casilla”. Cuando estuvo frente a frente con el fiscal de la causa se negó a declarar.
La autopsia reveló la presencia de un golpe en la cabeza de la víctima y la historia comenzó a cerrar: ambos estaban en la garita, discutieron y el agresor le pegó con una silla y dejó lo desvanecido. Luego, prendió fuego el lugar y se fue.
La parte triste de la trágica muerte de Ceballos es que no tiene familiares. Y, por el estado del cuerpo, era imposible identificarlo. Pero los vecinos sabían su nombre y apellido y los investigadores lo buscaron en el sistema. Al ser una persona en situación de calle y sin círculo cercano, nadie se podía hacer cargo de su inhumar sus restos.
Así, tras un pedido de la fiscalía al municipio de Vicente López de colaboración de asistencia social, se logró que Ceballos tenga un sepelio y un sepulcro, el mismo que se les da a los indigentes.