Alejandro Damián Tagliapietra, Damián, para la familia y amigos, fue uno de los 44 tripulantes que el 15 de noviembre de 2017 se encontraba a bordo del ARA San Juan, en una de las tragedias contemporáneas que marcó, no sólo a las familias de las víctimas, sino también a toda la sociedad. Con tan sólo 27 años, el vecino de San Isidro fue el teniente de corbeta del San Juan, o La Morocha, cómo él mismo le decía. Uno de los 44 hombres y mujeres que en esa fecha comenzaron a ser llamados héroes.
A dos años del hundimiento del submarino, y de una historia que hoy tiene aún muchas heridas abiertas, QUE PASA habló con Luis Tagliapietra, padre de Damián, para recordarlo, y para contar la historia detrás del submarinista cuya foto recorrió desde el dolor y la angustia, las tapas de diarios y las pantallas de televisiones varias.
Damián fue vecino de Beccar, vivió allí desde su nacimiento en la vieja Maternidad de San Isidro ubicada sobre avenida Rolón, hasta sus 18 años, cuando definió que quería seguir su destino en la Escuela de Oficiales de la Armada y partió a Ensenada.
Su instancia en el colegio primario se dividió en dos, y eso tuvo que ver, en parte, con la situación económica de su familia: hasta cuarto grado fue al Colegio Leonardo Da Vinci, de Boulogne, y luego a la Escuela Primaria N°1 “Cosme Beccar”, ubicada sobre la calle Rivadavia, momento en el que también jugó al rugby en el San Isidro Club (SIC) en sus tardes libres.
Luego, fue el momento de la secundaria, edad en la que comenzó su deseo por estudiar la carrera militar, y concurrió al Liceo “General San Martín”. Viajaba desde Beccar a San Martín, donde está la institución, haciendo combinaciones de trenes y colectivos para llegar a horario. Era algo impuntual.
“A los 16 años le regalé una motito, una Zanella 110 para que pudiera moverse, y con esa moto empezó durante los veranos a trabajar en la heladería Heaven, y siguió manteniendo una amistad con los chicos de ahí, que hoy lo recuerdan con mucho cariño. Salían juntos, y ya de grande, cuando tenía un rato que volvía de la Escuela de Oficiales iba para ahí, y tienen muchas anécdotas juntos. En todos lados donde Damián generó un vínculo, también generó una historia”, afirma Luis.
Socio e hincha de Tigre de toda la vida, Damián comenzó a ir a la cancha son su padre desde muy pequeño. “Hemos pasado mil momentos hermosos viendo al club de nuestros amores, y ese es otro lindo recuerdo que tengo de él. Incluso estuvo presente simbólicamente en la final de la Copa de la Superliga, porque fui y llevé su bandera para que pueda estar ahí”, dice Luis, sobre la alegría de haber obtenido esa primera estrella y de que su hijo, de alguna manera, pudiera acompañarlo y disfrutarla.
“Hay cosas muy emocionantes que recuerdo con Damián, pero lo más emocionante es escuchar cómo lo recuerdan otros, con el cariño que lo hacen, con un sentimiento vivaz que además a mí me permitió generar vínculos genuinos con personas que no me imaginaba que iba a tener, que no conocía. Incluso luego de la tragedia, siguió generando cosas buenas. Hoy con parte de esa gente que conocí, estamos hermanados y somos familia en el dolor, pero también en momentos alegres, porque sería injusto para Damián recordarlo sólo desde el dolor”, expresa emocionado el padre del joven.
Luis, también tuvo un momento de reflexión para explicar la actualidad de lo que ocurre con la causa del ARA San Juan. “La lucha judicial no se puede dejar de encarar, es una batalla que se da día a día. La situación hoy es horrible en ese sentido, porque hemos perdido el apoyo incluso de algunos familiares en la búsqueda de la verdad y la justicia, que se han conformado con otras cosas. Estamos en pleno proceso de juicio político, con imputados que no están imputados porque ni los jueces saben cuáles son los delitos se cometieron. Y con el temor de alejarnos de la justicia por la lentitud y la dilatación de este proceso. Yo quiero justicia, para poder honrar su memoria, y no quiero ni necesito nada más de nadie”, enfatiza.
-¿Cuál es la última imagen que tenés de Damián?
Recuerdo el último abrazo. En 2017 vino en dos ocasiones, en abril, porque quería cambiar el auto, y en julio, cuando finalmente lo hizo. Estuvo unos días en casa en esas vacaciones de invierno, en Beccar, y después de hacer el papelerío y de cargar algunas cosas, nos dimos ese último abrazo. Pero también hablamos cuando estaba en Ushuaia en viaje con el submarino, estaba de paseo en la ciudad y escribía para contarme. Recuerdo que le dije como un boludo, como quien da las cosas por hecho: “Disfrutá, dejate de hinchas las pelotas y no pierdas tiempo con tu papá, que nos vemos a la vuelta”. Di por hecho una vuelta que nunca se dio y es una impotencia brutal.
-¿Y qué otra imagen recordás con nitidez y te ayudan a continuar este camino?
Cuando lo vi a los ojos por primera vez, su nacimiento. Sus ojos celestes grisáceos en la noche oscura de San Isidro, envueltos en una frazada. Fue algo indescriptible y está grabado a fuego.
Por último, Luis contó el deseo más allá de la justicia. Un deseo que tiene que ver con el lugar donde Damián comenzó a ser el héroe que hoy es. “En otros pueblos y ciudades donde vivió alguno de los tripulantes se le han hecho homenajes, y hoy estoy remando un montón para que él pueda tener su homenaje acá, en Beccar, en San Isidro”, cuenta quien añora que su hijo pueda quedar inmortalizado en el lugar que lo vio crecer. “Quiero que se lo recuerde desde su lado humano, no desde un lado político o militar, porque fue un ejemplo principalmente desde lo humano y ese ser humano se forjó en gran parte acá”, cierra.