DESDE EL HINCHA. Una columna especial en la previa a un partido especial.
Por Juan Dall' Occhio
Sí escribiera esta columna con las palabras correctas para la ocasión, si escribiera haciendo honor a la educación que me dieron mis padres, a mi perfil de clase media trabajadora. Si correspondiera a las expectativas que tiene la sociedad sobre un joven que fue a la universidad, con la deontología y la ética que definen a mi profesión, debería decir que el domingo no hay revancha, que la vida de Cejas nada la va a devolver, que debemos dejar en la historia los lamentables hechos sucedidos hace ocho años y vivir este como un partido más.
Pero no puedo.
Tengo el deseo, y lo veo en los ojos de todos los Matadores, de ganarle a Chicago como sea. Porque enfrentarlos nuevamente y ganarles es saldar esa deuda que tiene el destino con nosotros. Porque hace ocho años estábamos copando Mataderos un lunes a la tarde, a punto de celebrar el ascenso, pero la emboscada de la policía, los barras y la dirigencia nos mutiló. Nos hirió de por vida con una maniobra que rompe los códigos no solo del fútbol, sino de la humanidad. Algo similar a lo que pasó en el Morubí con San Pablo, aunque menos grave. Esa tarde lo ganamos en la cancha, lo ganamos con justicia, once contra once, pero nos volvimos a Victoria sin Cejas, con una familia destruída y con tantos otros heridos en el hospital. Nos volvimos con la sensación de que podría haber sido cualquiera, sólo la suerte decidió quién.
TIGRE es grande, mucho más grande en lo deportivo que hace ocho años. Este partido bisagra nos tiene que dar el pié para reflexionar y celebrar eso que hoy somos. Los verdaderos hinchas de Chicago, esos que repudiaron públicamente lo que pasó en Mataderos, los que silbaron en la cancha, también tiene que festejar. Porque después del quilombo en el que su dirigencia, la barra y la policía metió a su club, pueden volver a disfrutar de la primera categoría y de enfrentar a los equipos grandes como TIGRE.
Yo sé que mi rol es bajar los decibeles de un clásico que nos queda chico. Que lo correcto es decir que no es una revancha, que TIGRE está para preocuparse por otras cosas. Pero cuando el fixture dio Chicago, no pude dejar de pensar y esperar este partido, porque me quedó atragantado el festejo, porque a mí me gusta celebrar en la cancha y con mi familia de amigos, porque somos más grandes, porque nos bancamos todas, porque somos Tigre. Y aunque ganar este partido no le devuelve la vida a Cejas, aunque mi deseo es mucho más banal y mucho menos urgente que solucionar las grietas sociales que permiten que estas cosas existan en el fútbol, el domingo a las siete de la tarde cuando el árbitro pite, quiero abrazarme a mis amigos, quiero ver a los matadores desahogarse, quiero emocionarme, quiero mirar al cielo y largar la puteada más fuerte con el puño cerrado. Quiero gritarle a todos: SOY DE TIGRE.