Desde las fiestas dionisíacas griegas y las celebraciones medievales, hasta las murgas barriales que hacen vibrar con sus bombos las casas y le disputan "soldaditos" a los transas de cada uno de nuestros barrios, el carnaval subsiste y se renueva como el hambre y el deseo, como algo originario y último, como un ritual sagrado, una necesidad.
La irrupción de la fiesta, esa que no es espectáculo, esa que refiere a la posibilidad del disfrute abierto, colectivo, al magnetismo y la seducción que genera la momentánea interrupción de límites y formas sociales, la posibilidad de lo otro, de lo prohibido, de lo oculto, de lo temido.
El carnaval permanece, porque permanece la necesidad de ser algo mas, de manifestar un "acá estoy", de abrir la puerta a lo silenciado. En la edad media, los días de carnaval se rompían todos los formalismos de una sociedad fuertemente estratificada, y por un rato, cualquiera podía ser cualquier cosa. Esa metáfora de la libertad, ese permiso al desborde, a la mezcla, aún vive, en cada rincón donde irrumpe el carnaval.
El Estado, que negó y persiguió el carnaval durante la dictadura (y también en democracia), hoy organiza corsos oficiales, que mucho tienen de la lógica del show y de campaña electoral, pero dónde, y a pesar, el carnaval también se manifiesta: los temidos, los olvidados, los negados y perseguidos, pasan por única vez en el año al centro de la escena pública, forman parte del show oficial, ante la expectante fascinación de miles de vecinos que se acercan a ver a la murga.
Así, el carnaval vuelve cada año como un rito para decirnos que todos somos murga, un grupo de músico malos (como dice la etimología), que andamos desfilando por esta vida.
Para salir con tu disfraz, el que usas todo el año o el que preparaste para estos días, tenés decenas de corsos por toda la zona norte. La sencillez y el colorido de los corsos barriales, organizados por las murgas y los vecinos, son únicos. También están los oficiales, que aportan lo suyo a esta fiesta, con la fuerza de la masividad, la presencia de murgas con mas trayectoria y recursos, algún show, y la organización de los municipios. Todos a su forma hacen a éste, nuestro carnaval urbano. A disfrutarlo.
(texto publicado en Que Pasa Web, febrero del 2015)