Por Carolina Pedelacq*
Mientras las provincias de Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires se incendian y miles de habitantes tienen que usar mascarillas incluso hasta dentro de sus casas, en el Congreso de la Nación avanzan por primera vez en 10 años una normativa para proteger nuestro ambiente. En un contexto argentino y global de crisis ambiental, quizá tenemos una oportunidad para impregnar la discusión pública y política de debates y discusiones que ya tienen décadas de advertencia científica
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“Hoy en día coexisten múltiples concepciones respecto del concepto de ambiente que involucran marcos filosóficos, científicos y epistemológicos. No obstante, se ha transitado desde una idea basada en una sumatoria de elementos físicos, químicos y biológicos, hacia una concepción más amplia donde se ponen en juego los aspectos políticos, económicos, históricos, territoriales en interacción permanente”
Así comenzaba la introducción de mi tesis de grado que me llevaría a ser Licenciada en Ciencias Ambientales. Diez años pasaron. Quise releer aquel texto que me llevó a condensar estudios sobre remediación de aguas contaminadas en el Río Reconquista que atraviesa San Martín. Un río que es objeto de estudio de muchas investigaciones por ser el segundo más contaminado del país, acá a pocas cuadras de mi casa.
En la licenciatura que hice en la Universidad Nacional de San Martín encontré por primera vez el concepto de “humedales''. Y lamentablemente ya en ese momento la atención de su estudio se centraba en la contaminación de la cuenca y su deterioro integral.
Los humedales son tierras inundables que condensan el 40% de la biodiversidad del mundo y son los mayores reservorios de agua dulce del planeta. Grandes virtudes para dedicar estudios y también luchar hasta las últimas consecuencias para defenderlos.
A medida que avanzaba con los estudios de Análisis Ambiental, todo parecía enfocarse en el intento de evitar la destrucción de la naturaleza por acciones humanas que, al fin y al cabo los acontecimientos demuestran que terminarán destruyendonos también a nosotrxs mismos.
Y es que el paradigma del uso de los bienes comunes es en definitiva una discusión sobre si los entendemos como mercancías o como componentes de un sistema socio natural del que todxs somos parte.
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“El presente trabajo ha procurado describir como la participación de vecinos, estudiantes, docentes y organizaciones sociales es central tanto para el desarrollo de un observatorio ambiental como para el diseño de estrategias de remediación.”
Durante la cursada a menudo me encontraba trenzada en discusiones con mis profesores, porque si bien soy una apasionada de las ciencias y sus métodos, también sabía (y sé) que con eso no alcanzaba para frenar la devastación ambiental. Faltaba la dimensión de la organización social que es la que finalmente empuja las voluntades políticas que cambian las cosas.
Los años de militancia me enseñaron que la sensibilidad es una cualidad que también puede construirse, que los saberes existen más allá de las instituciones y que los derechos además de plasmarse en legislación necesitan ser empujados por la lucha de una sociedad movilizada.
Mientras redacto estas líneas, el Congreso Nacional avanza en debatir proyectos de ley para la protección de humedales. Proyectos que desde hace más de 10 años duermen en los cajones de la burocracia parlamentaria ¿Qué es lo que cambió para que un proyecto como este se trate?
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Semanas atrás, una nube de humo y cenizas tomó la ciudad de Rosario y llegó a Buenos Aires, las indicaciones sanitarias llegaron a prohibir las actividades al aire libre y condicionar la salud de cientos de personas. El uso de barbijo se volvió obligatorio hasta dentro de sus casas. En las Islas del Delta del Paraná desde el 2020 se quemaron más de 300.000 hectáreas. Con una sequía que data de tres años y una bajante histórica de 40 años del Río Paraná.
Durante el último fin de semana más de 10 mil personas se movilizaron cortando el puente de Rosario - Victoria, acamparon toda la noche y llevaron adelante asambleas exigiendo el tratamiento de esta ley urgente y el cese del fuego. Imágenes que recuerdan también las inmensas movilizaciones durante el 2020 cuando gran parte de la población sufría los efectos del humo producto de la quema de pastizales.
Una cosa que sí es una certeza es que sin activismo, sin participación, sin movilización popular no vamos a poder frenar la depredación de nuestra naturaleza. Y en una última relectura de la conclusión de mi tesis apunté:
“Más allá de los estudios técnicos de potencialidad de remediación y aun realizando un abordaje interdisciplinario, se puede concluir que la red de interacciones sociales, ambientales y políticas presentes en el territorio forman parte integral de procesos de remediación verdaderamente eficientes”.